Columna de Ana María Martínez Franklin

Partner & CMO de Laboratoria

Han pasado más de 100 años desde que se empezó a conmemorar el día de la mujer trabajadora y aún es evidente la falta de oportunidades profesionales para las mujeres en varios espacios. Uno es el sector tecnológico, y no siempre fue así.

La programación nació como una carrera considerada “femenina” ¡En serio! Las primeras computadoras digitales se desarrollaron durante la Segunda Guerra Mundial y cientos de mujeres, como Grace Hopper, fueron fundamentales en su creación. Ella, y otras mujeres, estuvieron detrás de la programación de la “ENIAC”, considerada la primera computadora multipropósito del mundo. Cuando la guerra terminó, las primeras IBMs (International Business Machines) empezaron a llegar a centros de investigación y grandes corporaciones y se buscaba especialmente a mujeres para programarlas. En aquel entonces casi nadie sabía programar y se creía que las mujeres podían aprender con más facilidad, por tener cualidades consideradas “más femeninas” como la paciencia, la planificación paso a paso y la atención al detalle. La misma revista Cosmopolitan recomendaba a sus lectoras en los años 60 dedicarse a la programación. Así, cuando la carrera de Ciencias de la Computación abrió en más y más universidades en EEUU, la participación de mujeres creció rápidamente, llegando a casi un 40% a inicios de los 80. Hasta que algo cambió todo.

La computadora personal ¿o la computadora para hombres?

A finales de los 70 y principios de los 80, empresas como IBM y Apple lanzaron la computadora personal; y aunque fue un gran avance para el mundo, representó un gran retroceso para la participación de mujeres en ciencias de la computación. Personalidades como Bill Gates y Steve Jobs se convirtieron en la cara de una nueva y lucrativa industria, que sentó sus bases en Silicon Valley, y que desde sus inicios tuvo una cultura que atrajo y retuvo mucho más a los hombres, que a las mujeres. Se convirtió rápidamente en una industria de hombres creando productos para hombres, con publicidades extremadamente estereotipadas, que invitaban a los papás y a sus hijos varones a usar la computadora o videojuego en casa y no a las mujeres. Este factor ha sido analizado y fue uno de los más determinantes. Más hombres que mujeres empezaron a interesarse por carreras en computación y las mujeres que llegaban a las universidades empezaban en desventaja por no haber usado una computadora en casa. Así, se fue sembrando en los medios, los hogares, las universidades y las empresas el estereotipo del “hombre geek programador” y las mujeres dejaron de verse reflejadas y sentirse incluidas.

¿Y ahora, qué hacemos?

Ya hay varios esfuerzos para animar a más mujeres a hacer carrera en el rubro tecnológico. En Laboratoria ya hemos graduado a más de 1000 talentosas mujeres y más de 750 han entrado a trabajar a más de 450 empresas. Pero se necesitan más. Además, es fundamental conocer la historia, para darse cuenta que todo ha sido culpa de absurdos estereotipos que vale la pena cuestionar y romper. La tecnología no es femenina ni masculina. La tecnología es el presente y es el futuro, y ya es hora de regresar a un mejor balance de hombres y mujeres haciendo tecnología.