¿Cómo no te diste cuenta?

¿Cómo no te diste cuenta?

Columna de la psicóloga Paula Serrano

Publicada en la Revista YA

Que tu hijo se drogaba, que tu hija era bulímica, que tu marido era infiel, que tu mamá era alcohólica.

No hay pregunta más nefasta y menos empática que esa.

Porque sucede que todos, algunos más y otros menos, pero todos, negamos parte de la realidad. Hay unos mecanismos de defensa que se llaman “negación” y “evitación” que todos usamos. Solo que algunos los usan más de la cuenta. Muchas veces porque no toleran la imperfección. Otras veces porque se sienten demasiado frágiles para enfrentar los datos que la realidad va dando por pequeños pasos. Para los que miramos de afuera, parece evidente que ciertos datos dan un cierto resultado. No para quien tiene un compromiso emocional con el fenómeno.

Por eso la pregunta es irritante. Porque la respuesta es obvia: No lo vi porque no podía verlo.

Y por eso también que las culpas son tan inútiles. Porque si no puede ver la realidad que había detrás de las claves, no es porque yo sea mala, es porque algo hay en mi corazón que sencillamente no podía. O que prefería mantener su propia integridad que incorporar un dato que estaba en el aire.

Esto es así para un nuevo fenómeno que sucede en todos los países occidentales, en particular los de culturas más conservadoras o en grupos más tradicionales: descubrir que la pareja es gay. Hace muy poco que nuestra sociedad habla de los mundos gay. En otros países el tema ya es de manejo público. Y algunas personas no sabían que lo eran, de verdad no habían puesto nombre a su sensación de ser distintos. Querían, como todos, una familia, un lugar respetado en la sociedad. Y en el camino se enamoraron de alguien del mismo sexo y comprendieron que esa felicidad, que esa plenitud, no la habían vivido antes. Es fácil culparlos. Por mentir, por ser descuidados y permitir que los pillen causando dolores infinitos a sus parejas y peores aun a sus hijos. Por falta de control, por decadentes, etc.

La verdad es que esto es una tragedia que ya no pasará en el futuro, porque cada día que pasa, ser gay es una identidad pública que los jóvenes pueden compartir con sus amigos y familia. Pero antes no era así. Ni está en el universo de posibilidades de un adulto formado en Chile pensar que su pareja es gay. Si tuvo indicios, no los vio, si tuvo sospechas, las silenció.

Aquí no hay culpables, hay solo víctimas de una época.

Todos evitamos ver y saber y todos negamos cuando la vida nos pone contenidos dolorosos.

No juzguemos a quienes eligen a veces estar ciegos. No fue voluntario. El inconsciente tiene más poder de lo que creemos.

Categories: Opinión

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