Luego del distanciamiento físico, los jóvenes están volviendo a encontrarse presencialmente con sus pares, situación que puede provocarles temor e inseguridad social. Paulina Seguel, psicóloga de Clínica Bupa Santiago, nos cuenta cómo está observando estos casos y qué pueden hacer los adultos para apoyar en este proceso.
Muchos son los cambios que ha tenido nuestra sociedad luego de dos años de pandemia. Cambios en nuestros hábitos, en nuestras formas de saludarnos, de relacionarnos y de cuidarnos. Probablemente uno de los grandes impactados han sido los adolescentes que, en pleno proceso de crecimiento y búsqueda de identidad, tuvieron que distanciarse de sus pares por varios meses. Actualmente, muchos de ellos están retornando a la presencialidad, con todos los desafíos sociales que ello implica.
“Hemos visto la ansiedad que sienten algunos jóvenes, incluso, al retirarse la mascarilla frente a sus pares, en el contexto de un temor que no va asociado al contagio, sino a la exposición a los demás sin protección. Hay más de 30 músculos en nuestra cara que se mueven y cambian de acuerdo con nuestras emociones. La sorpresa, la alegría, la vergüenza, la tristeza, rabia, confusión y muchas veces la mezcla de estas emociones, se observan en nuestros rostros y especialmente en la musculatura alrededor de la boca. Cuando llega el momento de desprotegerse, se sienten vulnerables desde el punto de vista emocional”, explica Paulina Seguel, psicóloga de Clínica Bupa Santiago.
Varios son los países que frente a la disminución de casos por coronavirus han ido flexibilizando medidas y retirando la exigencia de la mascarilla. “Para algunos será un gran alivio, ya que les incomoda, ahoga o perjudica la piel; sin embargo, para otros y en especial los adolescentes, será todo un desafío”, dice la especialista.
En España, por ejemplo, se está hablando del “síndrome de la cara descubierta”, fenómeno en pleno desarrollo que tiene que ver con este miedo a verse cara a cara. “Yo veo el uso de mascarilla como metáfora de protección, y desde ahí nace la invitación a tener relaciones más amorosas, legitimadoras y conscientes”, sostiene la psicóloga de Clínica Bupa Santiago.
Según la especialista, “durante estos dos años de pandemia algunos dejaron de asistir presencialmente a clases cuando tenían 10 u 11 años. Ahora, ya a los 13, pueden volver y mostrarse tal como son, pero convertidos en otras personas. No son las niñas y niños que dejaron de verse, sino adolescentes con todos los cambios físicos, psicológicos y emocionales que conlleva esta etapa de la vida”, detalla la psicóloga de Clínica Bupa Santiago.
De esta manera, uno de los temores y ansiedades más comunes son los de volver a hacer amigos, de integrarse en sus cursos y confiar en sus capacidades. “Es decir, deben desplegar una serie de habilidades sociales, de relación con otros, que no tuvieron contexto para la práctica durante estos años de confinamiento o bien ocurrieron a través de las plataformas de juego en el mundo virtual”, dice.
La adolescencia -que se considera entre los 10 y 19 años- es la etapa fundamental para la construcción de la identidad. Según cuenta Paulina, durante este proceso, los adultos también tienen un rol importante, ya que van evolucionando y aprendiendo habilidades para ayudar a los jóvenes a transitar por esta fase. Para esto, recomienda practicar lo siguiente:
● Fortalecer una escucha profunda, observando quién es y qué está siendo la persona que está al frente.
● Evitar dar juicios de valor, criticar o descalificar al adolescente cuando se ha equivocado.
● Elegir los límites a la conducta que no serán permitidos, priorizando los más importantes.
● Dar tiempo.
“En este sentido, la invitación es a acompañar a los adolescentes en su proceso y, en caso de vivir temores o ansiedad por esta nueva exposición frente a sus pares, contenerlos y guiarlos para darles seguridad. La pandemia ha sido una experiencia muy impactante para todos y, con mayor fuerza, para los jóvenes, que están en plena etapa de formación”, cuenta Paulina Seguel.