Recientemente leí en un artículo del diario El País que una de cada tres personas se siente sola en la sociedad de la hiperconexión y las redes sociales. ¡Una de cada tres! Y así es, tal parece ser que las redes sociales están creando un tipo de sociedad más individualista, en la que día a día crece la soledad.

Por suerte soy de la generación pasada, en la que los amigos se hacían en la calle, en el colegio y en la Universidad, en que para conocer gente había que iniciar un diálogo y presentarse y en la que uno tenía muy claro que no le podía caer bien a todo el mundo, pero que bastaban un poco de cordialidad y buenos modales para rápidamente hacerte de un nuevo grupo de amigos.

Y sí, siempre fui súper sociable, por lo que me cuesta mucho ver a los niños pegados a sus celulares y tablets sin querer salir a jugar con sus vecinos.

Como les comentaba, varios estudios internacionales indican que más de una de cada tres personas en los países occidentales se siente sola habitualmente o con frecuencia y si bien hacen hincapié en que la mayoría de estas personas quizá no son solitarias por naturaleza, se sienten socialmente aisladas, aunque estén rodeadas de gente.

El sentimiento de soledad, al principio, hace que una persona intente entablar relación con otras, pero con el tiempo la soledad puede fomentar el retraimiento, porque parece una alternativa mejor que el dolor del rechazo, la traición o la vergüenza. Cuando la soledad se vuelve crónica, las personas tienden a resignarse. Pueden tener familia, amigos o un gran círculo de seguidores en las redes sociales, pero no se sienten verdaderamente en sintonía con nadie.

Según el neurocientífico John T. Cacioppo, de la Universidad de Chicago, una persona que se siente sola suele estar más angustiada, deprimida y hostil, y tiene menos probabilidades de llevar a cabo actividades físicas. Como las personas solitarias tienden más a tener relaciones negativas con otros, el sentimiento puede ser contagioso.

Bench along an outlook with a view of Crystal Cove Beach at sunset, Newport Beach and Laguna Beach line in Southern California
Foto: Gentileza Bigstock

Hay pruebas biológicas que muestran que la soledad tiene varias consecuencias físicas: se elevan los niveles de cortisol —una hormona del estrés—, se incrementa la resistencia a la circulación de la sangre y disminuyen ciertos aspectos de la inmunidad.

Y los efectos dañinos de la soledad no se acaban cuando se apaga la luz: la soledad es una enfermedad que no descansa, que aumenta la frecuencia de los microdespertares durante el sueño, por lo que la persona se levanta agotada.

El motivo es que, cuando el cerebro capta su entorno social como algo hostil y poco seguro, permanece constantemente en alerta. Y las respuestas del cerebro solitario pueden servir para la supervivencia inmediata. Pero en la sociedad contemporánea, a largo plazo, tiene altos costos para la salud. Cuando estamos acelerando constantemente nuestros motores, dejamos nuestro cuerpo exhausto, reducimos nuestra protección contra los virus y aumentamos el riesgo y la gravedad de las infecciones víricas y de muchas otras enfermedades crónicas.

Cuando una persona está triste e irritable, quizá está pidiendo a gritos que alguien la ayude y conecte con ella.

Y aunque se piense que las redes sociales pueden ser una manera de paliar la soledad, no es tan así, pues según el científico, depende de cómo se usen. Cuando la gente utiliza las redes para enriquecer las interacciones personales, pueden ayudar a disminuir la soledad. Pero cuando sirven de sustitutas de una auténtica relación humana, causan el resultado opuesto.

Foto: Gentileza Bigstock
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Por desgracia, muchas personas solas tienden a considerar las redes sociales como refugios relativamente seguros para relacionarse con los demás. Como en el ciberespacio resulta difícil juzgar si los otros son dignos de confianza, la relación es superficial. Además, una conexión a través de Internet no sustituye a una real. Cuando un niño se cae y se hace daño en la rodilla, una nota comprensiva o una llamada a través de Skype no sustituye al abrazo consolador de sus padres.

Así que ya sabemos, fomentemos las relaciones en nuestros niños desde pequeños, pongamos horarios para el uso de juegos electrónicos y hagamos lo posible por volver a los juegos como la pinta, la escondida y el alto, donde mientras más participaban, mucho mejor.