Respuesta dada en el Diario El País por Marisa Fernández Sánchez licenciada en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid y con estudios de posgrado en Neuropsicología.
Intuyo que a lo que nos referimos es a la ‘orientación espacial’, que es eso que ponemos en marcha cuando aparcamos o cuando leemos un mapa turístico sin necesidad de girarlo para adaptarlo a nuestra posición. Aunque algunos estudios han hallado diferencias entre sexos en algunas tareas de este tipo, hemos de decir que los datos no son ni mucho menos concluyentes, ya que no son resultados que se encuentren de forma persistente en todas las investigaciones. Parece que la orientación espacial podría depender de otras habilidades espaciales como la de rotación mental más que del hecho de ser hombre o mujer. De hecho, nosotros no hemos encontrado diferencias en este sentido en el rendimiento en nuestros ejercicios de percepción.
Por otra parte, todos nacemos con un cerebro que posee unas cualidades innatas, pero que se va moldeando con nuestra experiencia posterior. Eso es el aprendizaje, que se basa en lo que llamamos plasticidad neural. En este sentido, hay un famoso estudio del University College de Londres sobre los taxistas de esta ciudad. En este trabajo, se demostró que el hipocampo posterior del cerebro de los taxistas tenía un tamaño mayor que en los hombres que no conducían taxis, y que el incremento del tamaño de esa área cerebral dependía de los años de experiencia del taxista en la profesión. La conclusión y respuesta a la pregunta es que el cerebro puede cambiar gracias a la práctica de ciertas tareas y ejercicios, y por supuesto la orientación también se encuentra entre ellas. ¿Cómo hacerlo? Salir de excursión a la montaña y manejarse con una brújula, visitar una ciudad nueva e intentar manejarse con un mapa de papel, o practicar con ejercicios de entrenamiento ‘online’ específicos pueden ser algunas de las ideas más sencillas de llevar a la práctica.