- Por estos días el frío está haciendo de las suyas, y ante ello las ganas por comer alimentos más cálidos nos invaden. Sin embargo, aunque es un periodo en el que aumenta nuestro gasto energético, eso no significa que podemos comer sin medirnos.
Por Dra. Catalina Silva,
Directora del programa Equilibrio Vital de Clínica Terré.
Ya no cabe duda, el invierno se instaló para quedarse y las temperaturas cada vez están más bajas. Más aún con la retirada del fenómeno del Niño y la llegada de la Niña, la que trae menos lluvia, pero sí, temperaturas todavía más bajas. Y es indudable que, durante los meses de más frío, nos dan muchas más ganas de comer, en especial alimentos como los carbohidratos y otros con alto contenido en grasa.
Muchos se dan más licencias pensando en que durante el invierno nuestro cuerpo consume y necesita más energía. Lo cierto es que el frío sí aumenta el gasto energético diario de una persona, pero de una manera muy leve.
La oscilación de este consumo diario depende de la edad, sexo y peso de una persona, pero el “factor invierno”, provoca que ese gasto energético crezca en promedio no más de 100 a 150 calorías extra por día. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que entre los alimentos más consumidos en esta época del año están las sopaipillas y que cada una de ellas, aporta entre 130 a 250 calorías. Claro que todo depende de su porte y preparación. Otro alimento que se come diariamente, y del cual aumenta su consumo en invierno, es el pan. Siendo la hallulla la más energética, pues tiene entre 200 a 300 calorías. Y si de gustos para “capear” el frío se trata, ya sólo 100 gramos de chocolate, aportan aproximadamente entre 500 a 550 calorías.
Teniendo en cuenta esas cifras, todos sobrepasan las necesidades extra que tenemos en invierno y todas esas “calorías” extras se van a cumulando en nuestro cuerpo como grasas. Sin embargo, no hay que ser tan lapidarios, es bueno de vez en cuando darse la licencia de comer estos alimentos, pero sin hacerlo a diario.
Entonces, con tanto frío y tanta tentación para consentirnos y pasar las bajas temperaturas, la pregunta es: Cómo se hace para mantener el peso y estar saludables, sin sufrir con las heladas de temporada, ni pasar hambre pensando en comer sólo ensaladas…
Lo primero que hay que tener en cuenta es que la hidratación es fundamental en toda época del año. Si bien con el frío disminuyen las ganas de tomar agua o jugos, podemos aumentar consumo de las bebidas calientes, como el té, café, mate e infusiones, sin añadir azúcar, sólo algún tipo de endulzante. Además, durante este período del año, se pueden hacer sabrosos caldos y tomarlos como plato de entrada antes de almuerzo y cena, lo que provocará saciedad, calor y aportará más líquido en el día a día.
También es importante mantener un consumo adecuado de verduras, las cuales no sólo nos ayudan a mantener el peso, sino que además a mantener buena energía y salud. Cada vez que se nombran las verduras, se tiende a pensar: “Ensaladas en invierno, ¡qué frío!” Y es así. No obstante, para que la lucha por mantener el peso en invierno no sea un calvario, lo ideal es preferir el consumo de carbohidratos integrales o cocinados al dente, integrar las legumbres a la dieta, idealmente a la hora de almuerzo y en la noche aumentar consumo de verduras, cremas, caldos y proteínas como las carnes blancas y bajas en grasa, por ejemplo, pollo, pavo, pescados blancos y huevo, las que son más fáciles de digerir y asimilar por el organismo.
Ahora bien, no todo se trata de alimentación. Es fundamental mantener la actividad física durante todo el año. Se entiende que con el frío no dan tantas ganas de realizar ejercicios, pero una vez que se comienza, el cuerpo empieza a sentirse mejor y ayuda a disminuir la ansiedad. Es verdad que el gasto energético diario aumenta levemente con el frío, pero si se suspende la actividad física, estas 100 a 150 calorías extras que requiere el cuerpo durante este periodo del año, no suplirán las calorías que se queman ejercitándose.
En resumen, lo ideal es mantenerse en movimiento, hidratado y realizar cinco comidas diarias. De ellas, las tres principales son: Desayuno, almuerzo y cena. Junto a ellas, se deben realizar 2 colaciones, las que pueden ser un lácteo descremado o también una buena opción son los frutos secos, pero en porciones controladas. Evitar el consumo de frituras, azúcar, masas, dulces y grasas. Ahora bien, si se ingiere alguno de ellos, es importante que sea sólo de vez en cuando y no parte de nuestra rutina diaria.