Columna de Denise Sznaider
Psicóloga de Fundación Liderazgo Chile
A propósito de los recientes y alarmantes índices de deterioro mental y emocional en nuestro país y la relevancia que tiene abordarlos, hoy más que nunca debemos apostar y colaborar para que Chile tenga una ley de educación emocional desde los cimientos.
Sabemos que quienes cuentan con mayor inteligencia emocional y un bagaje de habilidades socio emocionales, pueden enfrentar mejor los fuertes sentimientos que provoca la crisis actual: la soledad, la tristeza, la angustia… No solo en ellos, sino en quienes tienen a cargo.
Quienes convivimos con niños el confinamiento, sabemos que estos nos desafían 24/7 la capacidad de gestionar nuestras emociones, para así ser sostenedores del vínculo y -a su vez- regularlos, ofreciéndoles contención a través de nuestros modelos vinculares.
Si somos padres o sostenedores familiares, debemos poner el foco en la trascendente tarea de activar mecanismos que fortalezcan a nuestra familia en tiempos de crisis. Y para eso debemos encontrar espacios de intimidad, pero también de gratificación conjunta y satisfacción de las necesidades de todos, que nos aporten paz y bienestar, generando una sana convivencia.
En base a esto, me pregunto: ¿Cómo estamos socializando en la actualidad?
La vuelta a la plaza, en su doble sentido: como retorno a y como paseo, me parece un excelente ejemplo de socialización y de lo que nos hace bien. El contacto con la naturaleza, nos ayuda a oxigenar nuestro cuerpo y mente, abrumados por el encierro.
Es cierto que debemos quedarnos en casa y las plazas están cerradas, pero algo se nos escapa de las manos y nos dejamos deslizar por la gran necesidad de socializar que tenemos, sobre todo los niños para su sano desarrollo. De pronto los jardines o espacios comunes de nuestras casas y condominios, se convierten en los nuevos centros de recreación y puntos de encuentro.
Y esperamos la tarde para salir de la casa, encontrarnos con nuestros vecinos, convertidos ahora en nuevos amigos, con quienes compartimos nuestra catarsis diaria, nuestras preocupaciones o recetas y carcajadas, que tanto nos ayudan a descomprimir la incertidumbre que arrastramos.
No podemos tocarnos, ni abrazarnos, lo sabemos y respetamos, pero sí acompañarnos y escucharnos. Algunos nos conocemos solo de los ojos para arriba, pero sabemos que habrá tiempo para vernos sin mascarillas.
Esta vuelta positiva que le hacemos a la pandemia, nos permite crear el famoso chat de vecinos, que siempre debió existir para apoyarnos y estar más conectados.
Hacer una comunidad más solidaria y empática, con vecinos que se apoyan en las necesidades; que se cruzan y se saludan, cuando antes quizás, solo se miraban apurados.
Con más tiempo hacia adentro, sin salir corriendo por la vida, vamos tendiendo puentes, redescubriendo y resignificando los nuevos espacios donde vivimos, construyendo una mejor sociedad, no solo en nuestros hogares y condominios.
Podemos ver el vaso medio lleno, a pesar de todo lo malo. Reconocemos que grandes aprendizajes socioemocionales se están pudiendo sembrar en esta pandemia.