Por Elisa Grube 

Gerente de Marketing The Body Shop Chile

Ante el aumento de popularidad de las rutinas de skincare, es importante tener presente los límites entre lo que es marketing y la realidad de nuestra piel. Seguramente hemos visto personas con pieles relucientes, sin ningún defecto y esa apariencia prístina se convierte en nuestro anhelo.   No obstante, y por nuestra salud mental, debemos tener presente que la verdadera salud física no necesariamente sigue estereotipos de belleza. 

El cutis perfecto no existe. Asimilar esa realidad es entender que, aunque sigamos las rutinas más estrictas o usemos los productos más caros, no existe la magia y no es posible tener la piel de un maniquí. Somos personas, y como tal, tenemos pieles reales: con texturas, colores, granos, brillo, poros y más.  

Debemos procurar no obsesionarnos con un ideal que sólo existe en posters o en comerciales retocados. 

La cultura del skincare puede ser muy positiva si la miramos con el ojo de la realidad: podemos evitar el desarrollo de cáncer de piel gracias al bloqueador solar o afecciones varias que pueden dañarnos en distintos niveles. Para algunas personas, seguir una rutina de protección de la piel significa retrasar los signos del envejecimiento, pero es bueno recordarnos que envejecer no es algo negativo. Nuestro cuerpo y piel cambian con frecuencia y aceptarlo es lo más sano que podemos hacer tanto mental como físicamente. 

En The Body Shop creemos que la naturalidad y el amor propio será siempre nuestro mejor maquillaje para enfrentar la vida. Trabajamos a diario por la convicción de que, a cualquier piel y edad, y sin importar el género, debemos cuidar de ella. Tener un cutis saludable puede beneficiarnos en varios aspectos: aumentar la autoestima, levantar el ánimo y que nos despreocupemos de males que podrían afectarnos en el mediano o largo plazo. Aunque parezcan hábitos poco relevantes de incluir en el día a día, hacerlo pueden marcar una gran diferencia en cómo nos sentimos a diario. 

Las rutinas de skincare deben ajustarse a nuestra vida y necesidades; ser esclavos de los productos sólo terminará por perturbar un ritual que debería generarnos alegría y entusiasmo. Y, como marcas de productos de belleza e higiene personal, debemos reflexionar sobre los límites que deberíamos tener a la hora de promocionar nuestros productos para el cuidado de la piel. ¿Promovemos estereotipos o ideales dañinos? ¿Transmitimos un mensaje positivo para que las personas se sientan motivadas a valorarse a sí mismas? 

Ser honestos, nos impulsará a promover una visión saludable de la cosmética, a mirarla más como un aliado a la hora de brindar cariño y amor a nuestra piel y cuerpo; como una herramienta que impulsa el amor hacia nosotros mismos, sin ilusiones engañosas sobre cómo deberíamos vernos ni esforzarnos por ser alguien que no somos. 

Elisa Grube