Olympia Colizoli no ve el mundo como los demás. “Para mí, el tiempo y los números están ordenados en un espacio físico. Los días, las semanas, los meses, los años, los siglos tienen formas y utilizo esas formas para organizar mi plan mental”, dice. “Tardé mucho tiempo en darme cuenta de que otras personas no pensaban así”.
Reportaje original de BBC Mundo
Colizoli, neurocientífica cognitiva, tiene sinestesia. Algunas personas que sufren este fenómeno ven colores, huelen olores o escuchan sonidos cuando leen palabras. En el caso de Colizoli, los números tienen un determinado tamaño, forma u otra propiedad física. Por ejemplo, las edades de las personas se expresan como una línea curva.
La razón por la que se dedica a estudiar la sinestesia en la Universidad de Ámsterdam es porque tiene curiosidad por saber si nació con dicha capacidad o si en parte fue aprendida.
Si las personas pudieran entrenarse para ver el mundo de esta manera, muy probablemente aumentaría su creatividad. Entre algunos sinestésicos famosos se encuentran Pharrell Williams, que ve la música en color -y quien le dijo a la revista O Magazine de Oprah que no podría componer música de otra forma- y el físico Richard Feynman, que ve las letras de las ecuaciones como colores y cuya visualización de las interacciones cuánticas le hizo ganar el Premio Nobel.
Pero ¿es posible ejercitarse para ver el mundo desde una nueva perspectiva multisensorial? Y de ser así, ¿tendría el mismo efecto que en aquellos que lo tienen de forma natural?
Gustav Fechner fue el primero en diagnosticar la sinestesia en 1812. Desde entonces se calcula que el número de personas que experimentan este efecto ronda entre 1 de cada 2.000 y 1 de cada 23.
La dificultad para saber cuántas personas tienen sinestesia es que, al igual que Colizoli, muchas no se dan cuenta de que experimentan el mundo de manera distinta a los demás. Incluso definir la sinestesia puede resultar complicado debido a las diversas maneras en las que las que se manifiesta.
Para poder considerarse sinestésico, el efecto debe ser consciente, constante y automático. Colizoli explica que esto es lo que la diferencia de las alucinaciones, porque los sinestésicos saben que su mundo de color u olor no es “real”.
Nadie sabe con seguridad qué provoca la sinestesia, aunque sí parece ser hereditaria.
El experimento de las letras
Colizoli señala que cuando se encuentra a una persona que experimenta el efecto, es probable que otro miembro de la familia tenga síntomas similares.
Esto se conoce como sinestesia de desarrollo y se diferencia de la sinestesia relacionada con lesiones que resultan del daño cerebral, como el hombre a quien la melodía del tema de James Bond lo dejó emocionado de manera incontrolable debido a un accidente cerebrovascular.
La sinestesia es más común en las personas que se ubican dentro del espectro autista, pero como grupo, los sinestésicos no muestran una mayor prevalencia de autismo que la población en general.
Existen evidencias prometedoras de que algunos aspectos de la sinestesia pueden aprenderse.
En un estudio realizado por Colizoli y sus colegas de la Universidad de Ámsterdam, personas no sinestésicas recibieron libros para leer en los que las letras E, T, A y S estaban coloreadas, mientras que el resto del texto se dejó en negro. A pesar de haber leído el texto con normalidad, sin pedir a los participantes que hicieran un esfuerzo para recordar los colores, estos empezaron a asociar dichas letras con su color.
Colizoli evaluó a los participantes haciendo parpadear las letras del alfabeto y pidiéndoles que nombraran el color en que estaba escrita la letra. Cuando una letra estaba escrita con un color distinto al que tenía en el libro, los participantes tardaron más en identificarla. Este retraso cognitivo se conoce como efecto de Stroop.
Esto demostró que aunque no estuvieran prestando atención a los colores, parecía que comenzaban a formar las asociaciones mentales básicas de los sinestetas naturales.
Sin embargo, el efecto duró poco.
“Olvidaron los pares de letras y colores después de varios meses”, dice Colizoli. “Y dijeron no haber experimentado el color al ver las letras cuando leían en negro”.
Tarjeta de memoria
La sinestesia natural sí parece tener un elemento de aprendizaje aunque, o por lo menos, a veces puede ser moldeada por experiencias inolvidables.
Colizoli recuerda a una mujer que identificaba cada letra con un color distinto. Un día visitó el aula de su escuela primaria y descubrió que el abecedario de colores vivos que colgaba en la pared coincidía con la forma en que veía las letras. Al aprender a leer y escribir, es posible que haya absorbido de forma inconsciente el color, así como la forma de las letras.
El año pasado, un estudio realizado con 11 sinestésicos determinó que los colores particulares que asociaban con las letras eran “sorprendentemente similar” a los de un famoso abecedario de imanes de nevera que Fisher Price vendió entre 1972 y 1989.
Diez de los sujetos de la prueba recordaron que tenían el abecedario, mientras que el otro participante venció las probabilidades de mil millones a uno de acertar 14 de sus asociaciones de color con los imanes de nevera.
Así que, aunque estas personas podrían haber estado predispuestas a la sinestesia a través de su genética, es muy probable que la forma en que se manifiesta se haya aprendido en la infancia.
Sin duda alguna, hay más sinestesia que recuerdos de la primera infancia, porque de lo contrario sería probable que la mayoría de la población del mundo occidental asociara la ‘M’ con el color amarillo gracias a los arcos dorados omnipresentes de McDonald’s.
La razón por la cual estas asociaciones de color prevalecen en algunas personas y no en otras sigue siendo un misterio.
Algunas desventajas
En todo caso, aquellos que codician las capacidades de la sinestesia, deben recordar que un mundo colorido y multisensorial algunas veces puede ser un problema.
Colizoli describe cómo encontró a un niño a quien le resultaba difícil leer, porque el texto negro tenía un color asociado brillante, lo cual dificultaba la lectura sobre el papel blanco.
Del mismo modo, los números coloreados pueden resultar confusos. Dos números que tengan colores asociados se podrían combinar de maneras que no tengan sentido cromático, de modo que es posible que el resultado de añadir un número rojo a un número amarillo no sea un número de color naranja.
“Mi impresión general es que los niños tienen más probabilidades de distraerse con eso, en comparación con los adultos”, dice Colizoli. “En general, creo que los adultos han desarrollado estrategias para hacerle frente”.
Le pregunté a Colizoli si creía que la costumbre de colocar números en el espacio físico facilita o dificulta su carrera como científica. “Estudié matemáticas como pregrado y siempre he visualizado números”, admite. “Pero se trata del típico problema de la gallina y el huevo. ¿La licenciatura de matemáticas me ayudó a visualizar los números o fue al revés? Es difícil decirlo”.
Científicos como Colizoli siguen investigando qué cantidad de sinestesia es de origen genético y qué cantidad se aprende.
Aunque parece que una persona normal tiene dificultades para enseñarle a su cerebro a ver un mundo multisensorial como el de los sinestésicos naturales, existe cierta evidencia tentadora de que pueden adquirirse elementos de este fenómeno, al menos temporalmente.
Así que si cree que la falta de sinestesia está frenando su creatividad, tal vez debería tratar de anotar sus ideas con bolígrafos de colores o incluso con los imanes de letras de la nevera.