En el día nacional del video juego (29 de agosto), revindicamos sus atributos, porque forman parte de la realidad de nuestros niños y jóvenes e incluso de muchos adultos, y cada vez están  más presentes en nuestras vidas. En este sentido, el colegio no puede quedarse al margen de este proceso de digitalización.

La industria de los videojuegos es uno de los sectores que más ha crecido en los últimos años en Chile, especialmente a partir de la pandemia. Así lo demuestra el estudio “ABC del Gaming”, realizado por la agencia WILD FI, que establece que, a nivel Latinoamericano, la industria de los videojuegos creció un 10,3% sólo en 2020, alcanzando los 134 millones de dólares y superando al cine y la música juntos, siendo México y Brasil los mercados con mayor peso en la región. Por su parte, en Chile se estima que el 52% de la población nacional es jugadora ocasional, dedicando de 5 a 10 horas semanales.

Sin embargo, cada vez son más los estudios que prueban los beneficios de los videojuegos en el desarrollo cognitivo y social de niños y jóvenes, siempre y cuando su uso sea supervisado por un adulto y administrado con medida y de forma responsable. Lo cual abre un mundo de posibilidades muy interesantes para los educadores.

“Los niños, si bien son nativos digitales y muy hábiles usando la tecnología, tienden a ser usuarios pasivos, dedicando mayor tiempo a redes sociales y a la entretención”, explica Valeria Capetillo, Digital Learning Adviser de la red educacional Cognita, con 17 colegios en Chile. En este sentido, para la experta es fundamental incorporar nuevas tareas para potenciar las habilidades de los escolares. “Por ejemplo, este año pusimos a disposición de nuestros alumnos Minecraft Education, versión educativa del mismo juego que permite, en un entorno seguro, guiado por el docente y con propósitos académicos, explorar el mundo de los videojuegos para construir y modelar su conocimiento”.

Con Minecraft Edu, el docente guía al alumno a potenciar tanto el trabajo de equipo como la creatividad y la compresión geométrica. Utilizando bloques, similares al Lego, el jugador realiza construcciones libres con la colaboración de otros jugadores y pueden resolver situaciones de supervivencia.

Pero existen, además, otros aspectos positivos del uso de los videojuegos para el desarrollo de habilidades y competencias personales. “Estos beneficios son diversos en función del juego”, dice la docente de Cognita, pero los principales son

  • Desarrollo de las habilidades motrices y visomotrices: la rapidez de respuesta es un elemento fundamental en un gran número de videojuegos, y en este sentido, pueden ayudar a potenciar habilidades como la agilidad mental o la rapidez en la toma de decisiones, y reforzar la conexión cerebro-mano.
  • Aumento de la concentración: al contrario de lo que se suele pensar, el niño debe aprender a estar atento a todo lo que ocurre en la pantalla, a fin de poder dar una respuesta lo más eficaz posible.
  • Potenciación de las habilidades cognitivas: según diversas investigaciones, los videojuegos refuerzan el desarrollo de capacidades como la memoria, la orientación espacial o la lógica.
  • Favorecen el buen funcionamiento del pensamiento superior: la planificación, el pensamiento estratégico, la resolución de problemas, el pensamiento creativo, el análisis de situaciones o el establecimiento de conexiones causales. En caso de tratarse de videojuegos colaborativos, por otro lado, también permiten aprender la importancia de la cooperación y del trabajo en equipo.
  • Son un foco de aprendizaje intrínsecamente motivado: la autosatisfacción es un elemento fundamental, y está muy ligado a la autoestima. Actualmente, las diversas técnicas usadas en los videojuegos para conseguir la implicación de los jugadores –tales como el uso de la curiosidad, del desafío, etc.– son tomadas en cuenta por las principales corrientes motivacionales.

“Los videojuegos son un recurso con infinitas posibilidades en el ámbito de la enseñanza, que no habría que desestimar”, explica Valeria Capetillo. Además, no hay duda de que forman parte de la realidad de niños y jóvenes e incluso de la de muchos adultos, y que cada vez estarán más presente en nuestras vidas. En este sentido, la escuela no puede quedarse al margen de este proceso de digitalización.