El reporte también concluye que sólo uno de cada cuatro chilenos tiene un buen dormir, y que los adultos jóvenes tienen peores hábitos alimenticios que los mayores.

 

Por sexto año consecutivo, el Centro de Nutrición Molecular y Enfermedades Crónicas de la Pontificia Universidad Católica (CNMEC-UC), con el apoyo de Fundación Banmédica, promueve la práctica de estilos de vida saludable a través del programa “Aliméntate Sano”, herramienta gratuita y online que permite a las personas tener un diagnóstico sobre su estilo de vida -alimentación, actividad física, tabaquismo- y bienestar psicológico, así como conocer su estado de salud.

Recientemente, este programa integró el análisis de la calidad del sueño como otro componente de un estilo de vida saludable. De esta forma, la versión 2016 del Reporte “Aliméntate Sano” incorporó por primera vez la evaluación de la calidad del sueño y su vínculo con otros hábitos de vida, con el bienestar psicológico y con el estado nutricional. Para ello se analizaron siete dominios que definen una buena calidad del sueño: calidad subjetiva y eficiencia del dormir, latencia y duración del sueño, disturbios o interrupciones del sueño, uso de medicamentos para lograr el sueño y eventuales disfunciones diurnas relacionadas con un mal dormir.

Para abordar esta arista del estudio, se analizaron los datos de una submuestra de la base del programa “Aliméntate Sano” formada por 569 adultos chilenos entre 20 y 76 años de edad. Este análisis indica que sólo un 25% de los consultados, es decir uno de cada cuatro adultos chilenos, muestra una buena calidad de sueño según los parámetros analizados, sin diferencias por género o grupo etario. Además, sólo un 19% de las personas reconoció dormir 7 o más horas cada noche, lo habitualmente recomendado para los adultos, y 1 de cada 5 chilenos reconoció haber utilizado medicamentos para dormir en el último mes.

Más aún, las características del descanso demostraron tener relación con otros hábitos que inciden en una vida más saludable, como la alimentación, la práctica de actividad física y el hábito tabáquico.

En relación a la alimentación, por ejemplo, un 38% de quienes se alimentan saludablemente tienen además un buen dormir. En cambio, sólo el 20% de quienes tienen una mala alimentación presentan una buena calidad de sueño.

De la misma manera, entre quienes practican actividad física regularmente, un 29% tiene un dormir de buena calidad, porcentaje que baja a un 19% entre quienes son más inactivos. Además la proporción de personas no fumadoras con buena calidad de sueño es significativamente mayor que en los fumadores (27% versus 19%).

En general, el estudio concluye que las personas que tienen un excelente estilo de vida global -buena alimentación, actividad física alta y no fuman- tienen una prevalencia de buen dormir que duplica la tasa observada en quienes tienen malos hábitos de vida.

Para el doctor Attilio Rigotti, director del Centro de Nutrición Molecular y Enfermedades Crónicas de la Universidad Católica, esta información es importante: “Primero, se constata que la gran mayoría de los chilenos tenemos un mala calidad de sueño. En segundo lugar, los componentes tradicionales del estilo de vida de las personas están fuertemente relacionados con la calidad de sueño. Y tercero, nuestro índice de alimentación saludable está basado en los alimentos característicos de la dieta mediterránea -valorizando el alto consumo de verduras y frutas, legumbres y frutos secos, cereales integrales, aceite de oliva virgen y pescados y mariscos-, que son exactamente los que se vinculan con un buen dormir. Además, un alto consumo de carnes rojas y procesadas y alimentos azucarados se asocian a una mala calidad de sueño. Por lo tanto, una alimentación de tipo mediterráneo tiene una muy buena relación con buen dormir y probablemente con los beneficios que conlleva. Estos resultados nos indican que debemos incorporar el sueño y un buen descanso como otro indicador clave de un estilo de vida saludable para la prevención de las enfermedades crónicas”.

Una opinión similar tiene la neuróloga Dra. Julia Santín, dierctora del Centro Médico del Sueño UC y experta en trastornos del sueño, para quien “el sueño es esencial para la vida y es la base de numerosos procesos fisiológicos y psicológicos, como un crecimiento normal, la reparación de tejidos, la consolidación de la memoria y el aprendizaje. Por otro lado, los estudios indican que la falta de sueño puede producir alteraciones importantes como un aumento del apetito, una disminución del gasto energético y alteraciones en el metabolismo de la glucosa, todo lo cual genera un mayor riesgo de obesidad y diabetes. Además y como lo indica este Reporte, las personas con falta de sueño tienen malos hábitos de alimentación y menor probabilidad de ser físicamente activas. Por lo tanto, la calidad de sueño es un importante factor importante dentro de en una vida saludable”.

Un buen dormir también se asoció positivamente con los distintos recursos psicosociales evaluados -mayor bienestar psicológico, optimismo y vitalidad- en este grupo de adultos chilenos que participan en el Programa “Aliméntate Sano”. Al respecto, la psicóloga Nuria Pedrals, investigadora asociada del Departamento de Nutrición, Diabetes y Metabolismo e integrante del Centro de Nutrición Molecular y Enfermedades Crónicas de la Universidad Católica comenta: “Nuevas investigaciones han revelado sorprendentes vínculos entre dormir bien y el bienestar: en contrate con quienes tienen una mala calidad de sueño, las personas con un buen dormir retienen en su memoria más eventos positivos que negativos, son más agradecidas, tienen mejor humor y mejores relaciones interpersonales, lo que se traduce en un mayor autoreporte de bienestar psicológico y optimismo como lo muestra nuestro estudio”.

Hábitos alimenticios poco saludables: la principal falencia de los adultos jóvenes

El sexto reporte “Aliméntate Sano” también detectó contrastes en calidad de la alimentación entre los adultos jóvenes de 20 a 29 años de edad, comparado con los segmentos etarios siguientes. Aunque sigue siendo insuficiente globalmente, el consumo de frutas, verduras y legumbres presenta marcadas diferencias a medida que aumenta la edad de los encuestados. Solamente un 17% de los jóvenes de entre 20 y 29 años tiene una ingesta adecuada de porciones diarias de frutas, porcentaje que aumenta a un 34% entre los mayores de 60 años. El porcentaje se duplica también al analizar los mismos tramos de edad en relación a la ingesta de legumbres.

“En general, la alimentación de los chilenos es deficiente en aquellos alimentos característicos de la dieta mediterránea, verduras y frutas, legumbres y frutos secos, cereales integrales, aceite de oliva virgen y pescados y mariscos, y abundante en carnes rojas y procesadas y alimentos azucarados, exactamente el contrario de la dieta mediterránea. Estos malos hábitos están acentuados en los jóvenes. Es necesario que nuestra población especialmente los jóvenes aprendan a disfrutar cocinando y comiendo más sano, evitando alimentarse con alimentos procesados. Es muy importante tener en cuenta que múltiples trabajos científicos han demostrado que la alimentación de tipo mediterránea se asocia a menor riesgo de enfermedades crónicas, como la enfermedad cardiovascular, la diabetes, el cáncer y la enfermedad de Alzheimer asó como a una mayor expectativa y mejor calidad de vida” explica la Dra. Inés Urquiaga del Centro de Nutrición Molecular y Enfermedades Crónicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Foto vía: www.todasmisneuras.com