A 15 meses del inicio de la pandemia, las salas de cine permanecen cerradas en Chile. A excepción de una breve reapertura que se sostuvo por 3 semanas, esta industria en la cual trabajan más de 5.000 personas -bien podríamos decir, familias- permanece en un cierre total. 

La medida estipulada de cierre total en marzo de 2020 contó con un respaldo unánime. No teníamos más información sobre el virus, ni había unanimidad en la comunidad científica en torno a las medidas de prevención de contagio. Ante la amenaza y las posibles consecuencias -y por supuesto entendiendo que la salud debe primar como criterio, ante todo- era consecuente cerrar la totalidad de cines del país. 

Sin embargo, el avance científico permitió que en el curso del año se entendiera el comportamiento del virus, los riesgos de transmisión, y las medidas más efectivas para proteger a la población. Gracias a esto, se generaron protocolos a nivel internacional que establecieron nuevas reglas que permitían evolucionar de los cierres totales permanentes a medidas efectivas para ejercer actividades previniendo los contagios. 

Es en base a ese principio, que los cines del mundo comenzaron a reabrir, no sólo en EE.UU. y Europa, donde las reaperturas con aforo reducido son casi totales, sino que también en Latinoamérica: Colombia, Argentina, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y México, por nombrar solo algunos, reabrieron sus puertas con atención rigurosa a todos los protocolos aceptados internacionalmente. En el caso de Argentina la reapertura permitió un aforo de 30% en ciudad capital y un 40% en regiones. En el mismo país, al igual que en Colombia, se permitió la reapertura con aforo controlado y venta de confitería. Esto deja a Chile como el único país junto a Perú, haciendo frente a un cierre total y sostenido de sus salas de cine. Frente a 17 países que han abierto sus puertas en Latinoamérica (sin contar EE.UU. y Europa) y restituido entre el 30 y el 50% de su funcionamiento, Chile y Perú siguen con un cierre total. 

El desarrollo de medidas como CinemaSafe, estandarizó protocolos exigibles a estos recintos para funcionar con seguridad. A pesar de que no existe hoy en día ningún contagio registrado en salas de cine, y que por trazabilidad no se ha consignado un solo brote en una sala cinematográfica; se desarrollaron altos estándares para permitir su funcionamiento controlado. Uno de ellos y que Chile cumple a cabalidad, es el sistema de ventilación. Este exige que el aire de un lugar sea constantemente renovado, y permite que no exista cruce entre la ventilación de las diferentes salas de cine. A todo lo anterior debemos agregar que el diseño de sus sistemas de ventilación y climatización se rigen por las normativas del Ministerio de Salud e internacionalmente por Estándar ASHRAE 62.1, que permiten un control de renovación de aire por segundo por persona al interior de una sala, cercano al doble de la normativa actual con el aforo permitido.

Los mismos protocolos señalan también la necesidad de mantener el distanciamiento y el uso obligatorio de mascarilla. Ambas medidas han permitido también la reactivación de otro gremio muy golpeado: el gastronómico. Sin embargo, los mismos protocolos no han conducido a la misma aprobación para las salas de cine. Y esto sin mencionar que adicionalmente los cines han sumado medidas adicionales de infraestructura, sanitización, manejo de residuos y protocolos de personal. Esto sumado a las características del cine que lo diferencian de otros espacios colectivos disminuyendo los riesgos de eventual contagio: Existe en los cines 112 centímetros de distancia lineal respecto de otras personas a sus costados mediante el sistema de bloqueo de butacas y, al menos, a 110 centímetros de distancia lineal hacia delante y atrás de dicho espectador; todos miran a la pantalla, minimizando la interacción a cero entre el público; hay silencio en la sala, reduciendo en un 90% los riesgos de emisión de partículas que se expulsan al hablar, existe aforo reducido al 50% que permite cumplir con la normativa actual de distanciamiento al interior de la sala entre clientes que no pertenecen a una burbuja social (parejas, grupo familiar, etc). El sistema de venta actual permite el bloqueo de las butacas contiguas. Finalmente, existe un horario distante entre funciones, que permite el trabajo de limpieza y sanitización de la sala entre cada función y evitar la concentración de público en espacios comunes, así como la implementación de señalética, la sanitización de salas después de su uso; y la implementación de medidas de seguridad con boletería y empleados que -en su gran mayoría- son jóvenes pertenecientes al grupo más vulnerado en su fuente laboral, que permanece por meses desempleado.

Es importante dejar en claro que esta arbitrariedad de cierre total no responde a cuidados para la salud de la población, sino a la falta del desarrollo de una política para un rubro golpeado y en riesgo inminente, que no ha recibido ningún tipo de atención. Con la implementación de estas medidas, en espacios que además respetan rigurosamente el aforo reducido, la reapertura de los cines puede solo reportar entretención cuidadosa a una población estresada que no tiene ninguna vía de esparcimiento. Sin representar una fuente de contagio real, ha sido erróneamente catalogada como una actividad de riesgo en el mismo rubro de actividades masivas, cuando puede ejercerse de forma controlada, respetando todas las medidas de seguridad.

La prensa internacional como el Washington Post, LA Times y medios especializados como Variety, hacen titulares de las reaperturas en las cuales a nivel mundial ya ni siquiera se exige la sanitización de salas entre sus usos, por considerarla una medida no necesaria en la prevención de contagios. En Chile, a pesar de seguir estrictamente esa norma, junto con el aforo, el distanciamiento, el entrenamiento de los equipos humanos para tomar todas las medidas, y la inversión en infraestructura para acondicionar los espacios; las puertas de una actividad perfectamente segura que no ha tenido un solo contagio en sus salas, siguen cerradas. 

Para reabrir las salas de cine no es necesario esperar el cambio en las condiciones sanitarias, ya existen protocolos mundiales que habilitan su correcto funcionamiento variado su operación. En Chile solamente se sufre de una ausencia de política con el rubro, que parece ser menos importante que otros de mayor riesgo y que hace mucho cuentan con posibilidades seguras de funcionamiento.  
Una situación financiera crítica que podría llevar al cierre definitivo de una actividad cultural que el año 2019 convocó más de 29 millones de espectadores, convirtiéndose así, en la actividad que congrega mayor cantidad de público en Chile. Hasta la fecha, no se han considerado ni diseñado medidas de alivio financiero específicas que puedan sostener la permanencia de este bien cultural. Es este abandono con el sector y la ausencia de políticas efectivas, el que tiene al cine en la única gran crisis de funcionamiento en su historia. El causante de su crisis no es el virus, es la ausencia de políticas efectivas la que tiene a la industria del cine en Chile como uno de los únicos países de América Latina y de los pocos a nivel mundial, condenado a un cierre injustificado.