La experiencia de pérdida es algo que cruza a todos los seres humanos, afectando a unos en mayor medida que a otros y no siempre con el mismo grado de vivencia ni de aceptación, desembocando en un necesario proceso de adaptación emocional que conocemos como duelo.
Especialistas indican que familiares y amigos juegan un rol preponderante, no solo para acompañar al deudo en su dolor, sino que también para traerlo de vuelta a la vida.
Si bien existen etapas definidas en el duelo, que van desde la negación hasta la aceptación, hoy en día se sabe que este es un proceso complejo y variado, en el cual el tránsito por sus etapas no es lineal, ni es algo que experimenten todas las personas. “Por ejemplo, la edad del deudo, las causas de muerte, la relación que se tenía con la persona difunta, también influyen. Entonces, lo que se considera duelo normal para unos casos, puede ser diferente para otros”, explica Carmen Gutiérrez, jefa de la carrera de Psicología de la Universidad del Pacífico.
“La experiencia de pérdida puede referirse a la muerte de un ser querido, a la pérdida física, material o de elementos simbólicos, tales como status o rango, y también ante el término de una relación afectiva”, precisa la experta.
Incluso, la psicóloga señala que estas experiencias pueden mantenerse de generación en generación. “Desde la perspectiva transpersonal y en particular desde la mirada de las constelaciones familiares, se plantea que en la medida que nuestros antepasados hayan enfrentado experiencias de muerte y pérdidas (accidentales, trágicas, abortos espontáneos e inducidos, entre otras) a las que no se les haya otorgado el espacio y reconocimiento necesario, en las siguientes generaciones esas experiencias tendrán manifestación y expresión a través de una variada sintomatología. En ese sentido, esta postura teórica enfatiza la necesidad de darle espacio y poner en su lugar todas las emociones vinculadas con el proceso de duelo”, señala.
Desde la perspectiva psicológica, Carmen Gutiérrez agrega que se considera sano y deseable que las personas vivencien y se den permiso para experimentar todas las emociones vinculadas a un duelo. “El apoyo psicoterapéutico, independientemente de la postura teórica a la cual adscriba el profesional, tendrá el objetivo de acompañar al deudo para que transite, elabore e integre todas las emociones”, indica.
En ese sentido, recomienda buscar ayuda profesional y acompañamiento en la elaboración de un proceso natural. “Puede ser una buena solución para profundizar, ahondar y exteriorizar las emociones que se vivencian en un espacio de contención y aceptación, un espacio de confidencialidad para el deudo”, puntualiza.
Destaca, además, que la experiencia de pérdida de un ser querido nos reconecta con nuestra soledad existencial más profunda. “Por ello, contar con espacios de compañía, diálogo, encuentro, respeto e intimidad, es indispensable. En ese sentido, familiares y amigos juegan un rol preponderante, no solo para acompañar al deudo en su dolor, sino que también para traerlo de vuelta a la vida”, acota Gutiérrez.
¿Cuándo pedir ayuda?
La jefa de carrera de Psicología de la Universidad del Pacífico recomienda pedir ayuda especializada cuando la persona requiera de un apoyo particular que no puede encontrar o pedir de otros seres significativos, o bien cuando necesita comprender lo que le pasa. “En cualquier situación, el psicólogo acompaña el proceso, ayuda a identificar aspectos o elementos que estén dificultando el proceso, pero no se puede, ni se pretende, evitar el dolor, ni suavizar las emociones o incidir en su duración”, aclara.
Cuando hay hijos involucrados, muchas veces también los adultos o los padres piden ayuda psicológica para ellos. “Especialmente porque requieren de orientación respecto de cómo apoyar de mejor manera a sus hijos en este proceso. En este sentido, un psicólogo clínico infanto juvenil puede ayudar a los niños y jóvenes, y a sus familias, a encontrarse y acompañarse”, comenta.
Ahora bien, independientemente de la edad del sujeto, la profesional indica que siempre se trabaja acompañando al paciente en el proceso de elaboración y aceptación de sus emociones, para llegar a aceptar la pérdida como una experiencia de vida, ayudarlo a integrarla al presente y ser capaz de proyectar y construir futuro.
Sin embargo, las propuestas psicoterapéuticas difieren de manera significativa dependiendo de la edad del paciente. “En este sentido, la aproximación a la experiencia del duelo con los niños se realiza utilizando diferentes técnicas que permiten simbolizar las vivencias y emociones del niño. Juegos, dibujos, símbolos y cuentos son elementos muy utilizados. En el caso de los adultos, la aproximación psicoterapéutica incluye el empleo de diferentes técnicas y la gama es mucho más amplia. La diferencia es que el adulto posee la posibilidad de la palabra para referirse a la propia subjetividad”, explica.
Carmen Gutiérrez plantea que la experiencia de muerte es sin duda una experiencia límite, que nos confronta con nuestra propia mortalidad y el sentido de la vida. “Muchas veces, las personas que poseen creencias religiosas o que realizan prácticas espirituales de distinta índole, señalan que poseerlas les ayuda a dimensionar la experiencia por la que están atravesando, en la medida que le logran darle un sentido a la experiencia de la pérdida del ser querido y de la propia existencia. En este sentido, cabe recordar que muchas veces, y dependiendo de las condiciones en las que se haya producido el fallecimiento, el hecho de que sea uno el sobreviviente y no el otro, también es un fenómeno complejo, en el que el sobreviviente se ve enfrentado a profundas dudas existenciales y muchas veces a complejos sentimientos de culpa”, concluye.