Sicóloga infanto/juvenil & femenina
Alrededor de los 2 años aparece en nuestros niños una actitud que desconocíamos. Suele aparecer paralelo al control de esfínter (el intento por controlar esfínter o la consolidación). Aparece en esta etapa, debido a que aprendemos que podemos controlar una parte de nuestro cuerpo y eso hace que proyectemos esa posibilidad de control y manifestemos nuestra voluntad. Paralelo a esto aparece la posibilidad de ser amable con el entorno: “haciendo pipí donde corresponde” o de manifestar mi enojo “haciendo pipí fuera del lugar acordado.
Por supuesto que todo esto corresponde a procesos inconscientes, nuestros niños no piensan en esto, lo viven y sólo el análisis y la observación infantil nos han dado noticia de esto.
¿Para qué sirve toda esta información?
Para comprender que todos hemos pasado por la misma etapa y que es evolutiva, es decir: normal. Es absolutamente esperable que suceda.
¿De qué va a depender que pase rápido o que los berrinches seas interminables?
De nuestra actitud como padres y madres. Una de las razones por la cual los niños necesitan manifestar la rabia con berrinches es que no saben cómo explicar lo que les pasa, carecen de palabras o, muchas veces, no saben cómo es que se llama aquello que sienten. Solamente aparece displacer en el cuerpo, cortisol en el cerebro (la hormona del estrés) y ellos quieren librarse de esta sensación.
Entonces ponen al servicio de sentirse mejor todo lo que tienen a mano, casi siempre es su cuerpo, entonces lo manifiestan con el cuerpo: se tiran al suelo, lloran, le pegan a las paredes, etc.
Múltiples formas hay de manifestar enojo, tantas como número de niños existen. Entonces si entendemos los berrinches como normales y tratamos con cariño a los niños, aún en este momento en el que dan ganas de enojarse también, si somos capaces de poner palabras a lo que están sintiendo (“estas enojado porque no quise comprarte el dulce, te acompañaré acá hasta que se te pase la pena”) entonces los niños aprenderán a simbolizar y a decir lo que les pasa. Por lo tanto las pataletas van a ir en extinción.
Si en cambio los niños encuentran padres y madres que se enojan, que amenazan, que castigan, que sienten que sus hijos los intentan manipular, si chantajean diciendo que los dejarán solos, etc. los niños tardarán más en aprender cómo es que se hace, ya que al tener una pataleta obtendrán de vuelta la pataleta de sus padres y no un modelo de contención, comprensión y posibilidad de nombrar lo que pasa.
Para nombrar correctamente lo que pasa, debemos ser empáticos y nombrar lo que le está pasando a mi hijo/a no lo que me pasa a mí con la pataleta de mi hijo. Si los niños encuentran coherencia entre las palabras y lo que sienten, se sienten mucho mejor y estarán mucho más tranquilos emocionalmente.
El llamado es entonces a la paciencia, a ser respetuosos, a respirar profundo, a evitar los gritos.
Un buen trato con nuestros niños desde esta etapa de la vida, nos asegura un periodo de pataletas mucho más corto y bien llevado, mientras cultivamos las bases de una adolescencia mucho más tranquila y menos critica.
¡Todo un desafío!
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