Si en la primera mitad del año tu hijo no rindió lo suficientemente bien en el colegio, el segundo semestre podría presentarse como una nueva oportunidad para mejorar las calificaciones y el ánimo para los estudios. No obstante, una especialista plantea que esta también puede ser una advertencia para atender otro tipo de problemas más allá de lo meramente académico.
Estamos en la recta final del primer semestre académico y ad portas del merecido descanso que traerán las vacaciones de invierno, pero eso no es sinónimo de felicidad para quienes las calificaciones y el rendimiento no han tenido el resultado esperado. ¿Cuál es la clave para salir adelante?
“La respuesta va a estar dada por la causa del problema. ¿Cuál es la edad del niño?, ¿es primera vez que le pasa?, ¿qué participación tienen los padres en la reacción de esta situación?, entre otras cosas”, señala la Jefa de carrera de Psicología de la Universidad del Pacífico, Carmen Gutiérrez.
La experta explica que en situaciones ideales a un niño le tendría que ir bien. “En lo general, el sistema educacional está hecho de manera tal, que un estudiante que tenga un buen nivel de desarrollo en los distintos planos, como el afectivo, emocional, cognitivo, social y familiar, junto con una adecuada motivación para estudiar y ser constante y perseverante, le debiera ir bien. Porque en buen sistema escolar, en teoría, debiese tener no sólo un sentido de aprendizaje, sino ser un medio a través del cual las distintas habilidades y áreas de los niños se desarrollen en coherencia con las mismas etapas del desarrollo”, indica la psicóloga.
Sin embargo, está claro que la vida no es ideal. “Por lo tanto, la primera invitación es a pensar que la baja nota o la reprobación de asignaturas o cursos está dentro de lo posible y no es sinónimo de algo catastrófico, ni de fracaso ni de algo malo. Es más, muchas veces repetir de curso puede ser una respuesta muy sana y muy adaptativa del niño frente a una situación familiar por la que está pasando o por algo emocional. Por eso lo primero que creo que hay que hacer es sacarse de la cabeza que repetir o bajar las notas es un fracaso”, precisa.
En estos términos, para Carmen Gutiérrez la pregunta debiese ser: ¿qué indica esa situación? “En función de eso hay que tomar una decisión, porque obviamente, dependiendo de las causas del problema y de cuáles sean los factores más relevantes que estén influyendo en esa baja del rendimiento académico, es lo que habría que atacar. Ello, para resolver que el niño o el adolescente no esté expuesto otra vez a esas mismas condiciones y para garantizar las mejores condiciones posibles de aprendizaje”, agrega.
La familia
¿Qué factores influyen en este proceso? “El escolar está inserto en distintos subsistemas: el familiar, de amistad, escolar. Por lo tanto, el problema podría tener que ver con la casa, con los amigos o el mismo colegio. Entonces creo que, en principio, lo que se busca hacer es descubrir la causa y desbloquear el elemento causante de la dificultad, para permitir que las habilidades se desarrollen y estimulen”, indica la profesional de la Universidad del Pacífico.
Y clarifica con un ejemplo. “Supongamos que un niño está reprobando un curso por estar en un colegio muy exigente para él, con una cantidad de compañeros muy grande, que hace clases en un segundo idioma y la verdad no tiene facilidades; o es un niño con habilidades artísticas, kinestésicas y no verbales. Entonces, habría que pensar de qué manera la familia puede entender la situación del niño como algo que sea explicado en el contexto en el cual está inserto y, por lo tanto, darle, el peso adecuado a los factores y que no signifique atribuirle responsabilidades o culpas al niño, o transformarlo en mal niño o mal estudiante”, aclara la psicóloga.
En este sentido, la experta reflexiona desde su experiencia clínica. “A los que más les cuesta mirar la realidad es a los padres, porque ellos la mayoría de las veces tienden a mirar la causa de los problemas en el colegio o en el niño. Son pocos los que ven la dificultad en ellos como familia o como sistema, o en ellos considerando si han logrado instaurar o no hábitos de estudio. Entonces creo que ahí hay una cosa mucho más compleja. Además, pasa que, a los niños con dificultades académicas, relacionadas al área del desarrollo o a un trastorno específico del aprendizaje, o con problemas de inclusividad, son niños que históricamente han tenido dificultad en la vida académica y en la vida escolar. Y para los padres, ese niño les ha significado una alta demanda histórica, incluso desde el jardín infantil, lo que lleva a que los padres frecuentemente digan que el colegio no los entiende, no los acepta ni les brinda las condiciones”, comenta.
Por eso la invitación es a un cambio de mirada por parte de los progenitores. “Lo ideal es que los padres pudiesen mirar con ternura y compasión la historia académica de su hijo desde los primeros años y que miren con apertura y poca defensa lo que dice el colegio, cosa de poder ir rearmando una historia que les permitiera entender que lo que le pasa ahora no es separado ni despegado de lo que le ha venido pasando en el tiempo. Y si se ve así, es posible pensar en algo que no se ha hecho hasta la fecha”, clarifica Gutiérrez.
En estos casos, lo recomendable es siempre buscar ayuda. “Creo que hoy en día el nivel de desarrollo de la psicología y psicopedagogía es bastante mayor que la que había en años anteriores. Y son muchos los colegios que tienen especialistas en estas áreas o cuentan con redes para derivar a los estudiantes para poder hacer una buena evaluación, observar y, en función de eso, tomar las medidas necesarias. Las medias de inclusión y equidad son cada vez más frecuentes a nivel del MINEDUC, por lo tanto, eso permea todos los colegios y es esperable que muchos de los colegios tengan formas de incluir a niños con distintos tipos de dificultades y asumirlas como parte del desarrollo. Hay una línea de la psicología y psicopedagogía que objeta y que incluso cuestiona que los diagnósticos de problemas de aprendizaje sean del niño y más bien los asumen como dificultades del sistema de educación”, concluye la Jefa de carrera de Psicología de la Universidad del Pacífico, Carmen Gutiérrez.