La campaña #UnOncólogoParaMagallanes dejó a la vista la falta de médicos especialistas para tratar el cáncer que afecta a los niños en Chile. Un psico-oncólogo explica las consecuencias que el traslado de una ciudad a otra puede tener en el paciente.
Hace un mes, el hemato-oncólogo infantil Fernando Bracho se marchó de la ciudad de Punta Arenas por razones personales, dejando a todos los pacientes menores de 15 años abandonados a su suerte, ya que no existe otro especialista en la zona. Así, el Hospital Clínico de Magallanes se vio en la obligación de derivar a todos los niños con cáncer a Valdivia, ciudad ubicada a 2.300 kilómetros de distancia.
Los pequeños pacientes y sus familias expresaron su malestar por la derivación, iniciando una campaña en redes sociales denominada #UnOncólogoParaMagallanes, lo que dejó al descubierto la escasez de oncólogos infantiles en Chile, sobre todo en zonas extremas. Según el Registro de Prestadores Individuales de la Superintendencia de Salud, en el país existen alrededor de 50 especialistas, de los cuáles sólo once están inscritos.
“Uno de los motivos de la falta de oncólogos infantiles es la formación de la especialidad, considerando que los médicos deben formarse no sólo en oncología, sino también en pediatría, pudiendo extenderse a un estudio de más de diez años. Además, esta falta de especialistas también puede deberse a un tema vocacional, ya que el compromiso emocional que requiere es bastante alto, ya que como profesional estableces una relación estrecha y profunda con los niños y sus padres”, explica Damián Enríquez, psicólogo de la Universidad del Pacífico y director del Hogar Oncológico María Ayuda.
Las consecuencias que trae la escasez de especialistas en los pacientes son variadas, desde un diagnóstico tardío hasta aspectos psicosociales y espirituales implicados en el proceso. “Uno de los principales problemas es la detección precoz del cáncer. En niños, los síntomas de una leucemia son bastante variables y difusos, por lo cual tienden a no ser considerados cuando los padres asisten a los consultorios o al sector de urgencia de su hospital de origen. Después de varias visitas e insistencias de los padres debido a la persistencia de síntomas, recién ahí puede surgir la sospecha de cáncer por parte de los médicos. La falta de especialistas conlleva a que no sea sustentable generar nuevos centros regionales especializados, ya que no contarían con la cantidad de profesionales necesarios para un correcto funcionamiento”, asegura el experto.
La falta de oncólogos pediátricos supone una constante derivación de los pacientes en nuestro país y el traslado de la familia a otra ciudad trae consecuencias psicológicas a todos sus miembros. “Junto al impacto de la noticia del diagnóstico de cáncer se le suma además el hecho que un miembro de ellos, por lo general la madre, debe irse junto al niño de manera inmediata a otra ciudad. Es decir, además de tener que enfrentar el diagnóstico, deben también dejar una familia y una vida construida, para llegar a una ciudad donde muchas veces no existen redes de apoyo. Tampoco tienen claridad sobre cuánto tiempo permanecerán allí y si podrán contar con un lugar para vivir durante la duración del tratamiento. Todo esto genera mucha angustia y estrés”, señala el especialista en psico-oncología.
La renuncia del oncólogo infantil de Punta Arenas se efectúo hace un mes, pero aún el Gobierno no da una solución definitiva al problema. ¿Qué se debe hacer? “Es difícil establecer una solución a corto plazo, siendo que uno de factores de la falta de especialistas es la escasa motivación por parte de los médicos en especializarse en el área de oncología pediátrica. Por eso, es importante sensibilizar a las personas, en especial a los profesionales de la salud sobre lo que deben afrontar los niños y sus familias, y las necesidades presentes en esta área, ya que toda especialización y ejercicio de la profesión debe ir también acompañado de una actitud de vocación orientada a otorgar contención, acompañamiento y esperanza a estas familias que se enfrentan a unos de los episodios más complejos y dolorosos de sus vidas”, concluye Damián Enríquez.
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