Desde la tarde del sábado 31 de octubre veremos monstruos y princesas  conviviendo a la par en un recorrido por las calles en busca de dulces o travesuras. Frente a esta realidad de la fiesta de Halloween nace la pregunta de ¿qué significa el disfraz en el desarrollo de los niños?

“En general el juego con disfraces contribuye y fomenta la creatividad y la imaginación en los niños, porque es un espacio de aprendizaje, de expresión de emociones y sentimientos, y de ensayo de nuevas formas y conductas”, señala la psicóloga Verónica Navarrete, coordinadora académica de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.

A la vez, la experta dice que el disfrazarse le permite al niño ponerse en el lugar del otro y así fomenta el desarrollo de la empatía. “Cuando los niños se disfrazan crean diálogos y situaciones, personajes, roles que los llevan a jugar”, agrega.

Y hay más. “Al observar cómo juegan los niños disfrazados, nos permite ver cómo el niño percibe el mundo y a las personas que lo rodean, ya que reproduce conductas y emociones en torno a estos personajes”, asegura Navarrete.

Para la psicóloga y Magister en Clínica Infanto-Juvenil, jugar con disfraces además les permite a los pequeños resolver situaciones conflictivas. “El niño ensaya posibles resoluciones a las problemáticas que percibe en su medio a través del juego de disfraces. En este contexto, el niño puede tomar una perspectiva cognitiva distinta de la de él mismo y esto favorece tanto el desarrollo cognitivo como socio afectivo. Así puede potenciar la salida del egocentrismo cognitivo propio de su etapa evolutiva”, explica.

Por otra parte, cuando el niño elige de qué y cómo disfrazarse, estamos potenciando el desarrollo de la toma de decisiones. “Por eso es aconsejable que el niño elija de qué disfrazarse”, recomienda la especialista, quien agrega que el papel de los adultos en esta elección es asegurarse de que el niño se sienta cómodo y a gusto con la elección, y que el disfraz le permita moverse libremente.

La docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico comenta que en general los niños comienzan a disfrazarse en la etapa preescolar, alrededor de los tres a cuatro años. “En este periodo los niños aún no tienen clara diferenciación entre la realidad y la fantasía. Esta edad de la magia y fantasía es de gran relevancia y sienta los pilares del desarrollo cognitivo posterior”, indica.

Por lo mismo, Verónica Navarrete señala que los disfraces más adecuados para cada edad dependerán de los gustos e intereses de los niños. “En general a los niños les gusta disfrazarse de las personas más significativas, como el papá y la mamá, pero también aparecen las preferencias por los disfraces del mundo de la fantasía e imaginación, como hadas, princesas y superhéroes, entre otros. Los animales también asoman como alternativa, principalmente en los niños más pequeños, alrededor de los tres años. Ya alrededor de los 5 y 6 años vemos los disfraces ligados a profesiones, que les permiten ensayar roles y establecer un juego simbólico”, acota.

Halloween

¿Es bueno que los niños se disfracen de personajes malos, siniestros y monstruosos? “Los disfraces relacionados con personajes siniestros están relacionados con el enfrentamiento del miedo. El miedo es una emoción y reacción natural de los seres humanos, que nos permite estar alertas y protegernos de peligros o amenazas; es parte del instinto de supervivencia. En este contexto, es importante no ver al miedo como algo negativo”, precisa Verónica Navarrete.

Por lo mismo, la especialista dice que la fiesta de Halloween brinda la oportunidad a los niños de enfrentar sus miedos, apoyados y acompañados de sus familias y pares. “Se ofrece el diferenciar lo que es real de lo que no lo es. Así, más que plantearle al niño que no tenga miedo, es una oportunidad de acompañarlo en un ambiente que le brinda seguridad. Lo más importante es darle al niño un espacio de creatividad y espontaneidad al desarrollar su disfraz, no limitándolo a través de lo ofrecido en los medios de consumo”, puntualiza.

Si un niño no quiere disfrazarse, la especialista es tajante y señala que no hay que obligarlo. “A algunos les dan miedos los disfraces o no se sienten cómodos disfrazados. Es importante respetar al niño en esta decisión, ya que no todos están preparados para modificar su imagen y transformar su cuerpo. En este sentido, el niño está reforzando su identidad y requiere que esto sea respetado por los otros. Algunos sienten inseguridad al disfrazarse y ver a otros disfrazados y diferentes a cómo son habitualmente también les genera inseguridad. En estos casos es bueno ofrecerles otras maneras de jugar y no aislarlos ni etiquetarlos por no querer disfrazarse”, finaliza la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.

Foto vía: qtoplife.com