Columna de Carolina Vega Hoebel

Agrupación de Educadores REINVENTAYSÉN

En este Día de la Tierra, en un lapsus de claridad forzosa, hemos vuelto a ser conscientes de aquello que la especie humana supo por miles de años, pero que olvidamos en menos de cien: no estamos al mando. Para sobrevivir nos necesitamos, no sólo unos a otros como seres humanos, necesitamos también a cada una y todas las partes constituyentes de esta unidad=organismo que es la Tierra, tal como cada uno de los órganos de nuestro cuerpo necesita del otro para estar saludable y vivo. No nos pertenece, le pertenecemos.

Ante la amenaza, al fin vemos con claridad cuánta necesidad inventada ocupa nuestras vidas. ¿Y si nos ocupamos sólo de las reales? Salud, alimento, abrigo, aprendizaje, compañía, tiempo para compartir. Esta puede ser la oportunidad de poner el foco en lo verdadero, de reinventar la forma de relacionarnos con el entorno, de conectarnos con el otro y con uno mismo, la oportunidad de lograr un buen vivir para todos haciendo de esto el fin del mundo y el comienzo de uno nuevo.

La educación es el motor del cambio dicen, sin embargo, la educación formal está centrada en preparar a niños, niñas y jóvenes para la competencia, no para la colaboración, para tener más, porque lo que se tiene nunca es suficiente, para destacar por sobre el otro, no con el otro. En estos tiempos, ocultos a la vista de la mayoría, existen movimientos transformadores, que se mueven en otras direcciones, dentro y fuera de las escuelas, donde todo tipo de educadores, formales y no formales, buscan devolver un sentido armónico a nuestras vidas y restituirle a la Tierra lo robado.

En el trabajo con Reinventaysén, he tenido la oportunidad de conocer a estas personas que da gusto escuchar, pero por sobre todo actuar, personas de todos los lugares de Chile y de todos los orígenes, trabajando incansablemente, predicando con el ejemplo a esos niños y niñas que nos miran y que esperamos luego nos imiten, porque nada es para siempre y eso, en este caso, es una bendición.

Lo que la oruga interpreta como el fin del mundo es lo que su dueño denomina mariposa”, Richard Bach.