Se trata de una enfermedad metabólica crónica, que puede deberse a causas autoinmunes o factores asociados como la obesidad. En los niños, una alimentación balanceada y la actividad física habitual son clave para mantener controlada esta patología e incluso prevenirla.
“La diabetes es una patología crónica cada vez más frecuente en la población pediátrica. Se define como una carencia absoluta o relativa de la hormona insulina, que genera estados de hiperglicemia (incremento de los niveles de azúcar en sangre) y, a su vez, alteraciones del metabolismo de lípidos y proteínas, lo que afecta el funcionamiento de todos los órganos. En los niños puede comprometer el desarrollo y crecimiento normal y, en situaciones extremas, incluso la vida. Dependiendo de sus causas, existen dos tipos de diabetes: 1 y 2”, afirma el Dr. Guillermo Ortiz, endocrinólogo infantil de Clínica Vespucio.
Según cifras de la Federación Internacional de Diabetes, 463 millones de personas viven con esta enfermedad en el mundo. De ellas, 1.110.000 son niños y adolescentes con diabetes mellitus tipo 1 y, cada año, se diagnostican 128.900 nuevos casos en menores de 20 años.
Origen autoinmune
“La diabetes mellitus tipo 1 es la más frecuente en la edad pediátrica y se debe a una destrucción autoinmune de las células pancreáticas, con la consiguiente disminución en la producción de insulina, por lo cual el organismo es incapaz de regular los niveles de azúcar en la sangre”, explica el especialista. Sus síntomas habituales son:
- Descenso progresivo del peso corporal.
- Aumento de la ingesta de líquidos (polidipsia).
- Incremento de la frecuencia para orinar (poliuria).
- Mayor apetito (polifagia) o disminución de este (anorexia).
- Cansancio y fatiga general.
El Dr. Ortiz comenta que estos pacientes requieren evaluación y detección oportuna para frenar el deterioro orgánico a causa de la enfermedad. “Actualmente, el avance tecnológico nos permite tener herramientas terapéuticas de mejor calidad para ofrecer un diagnóstico adecuado a los niños”, afirma. Además, indica que el tratamiento de la diabetes mellitus tipo 1 consiste fundamentalmente en el uso de insulina, junto con una alimentación balanceada y la práctica regular de ejercicio físico.
Ojo con la obesidad
En la aparición de la diabetes tipo 2 se ha demostrado una relación directa con los índices de sobrepeso y obesidad. “En este caso, la patología comienza como resistencia a la insulina, en la cual se altera la acción de esta hormona, lo que aumenta los niveles de azúcar en la sangre. Si no se controla, llega un momento en que el cuerpo deja de producir la insulina y se desata la diabetes en el menor”, comenta el Dr. Ortiz y agrega: “Sabemos que, en nuestro país, la obesidad en niños ha aumentado mucho en los últimos años, lo que a su vez ha hecho que el diagnóstico de diabetes tipo 2, que antiguamente se veía solo en adultos, también se haya incrementado en los menores”. De hecho, de acuerdo con un estudio del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos (INTA), Chile actualmente se encuentra en el 6° lugar mundial en obesidad infantil y en el primer puesto en América Latina, y el 70% de los niños será obeso en el corto plazo.
“Los síntomas en la diabetes mellitus tipo 2 son similares a los de la diabetes tipo 1, pero su aparición es más lenta y, a veces, incluso pasan inadvertidos. Por lo mismo, en pacientes pediátricos con obesidad hay que estar siempre atentos a la resistencia a la insulina y su estado prediabético, junto con indicar estrategias de vida saludable para toda la familia, que incluyan una alimentación sana y la constante estimulación de la actividad física”, concluye el especialista.
La alimentación es clave
Para mantener una dieta equilibrada en los niños y prevenir tanto la obesidad como sus patologías asociadas, la nutricionista de Clínica Vespucio, Patricia Torres, aclara que es fundamental establecer hábitos alimentarios que involucren a todo el grupo familiar, incluyendo:
- Comer frutas y verduras, de distintos colores, por lo menos 5 veces al día.
- Incorporar lácteos descremados o semidescremados.
- Consumir legumbres y frutos secos semanalmente.
- Ingerir pescado y carnes blancas al menos dos veces a la semana.
- Estimular la actividad física regular.
- Evitar el exceso de pantallas, como el computador o la televisión.