Causo polémica en el pasado Festival de Cannes, y es que sin duda “La casa que Jack construyó” es una película que no puede dejar indiferente a quien la vea. La historia nos muestra a Jack (Matt Dillon), un hombre que durante 12 años cometió asesinatos sin tener castigo, los que va comentando en un diálogo en off con Verge (Bruno Ganz), un personaje que se convierte en un misterio dentro de la historia.

La película tiene un comenzó impactante, cuando podemos ver el primer asesinato de Jack, cometido a una mujer muy conversadora interpretada por Uma Thurman. A partir de este hecho podemos intuir lo que se viene, aunque lo que nos va revelando el film supera cualquier suposición. Como ya estamos acostumbrados con el director Lars Von Trier, es un provocador que busca generar en el espectador una serie de sensaciones. Uno de esos personajes que generan amor u odio por su trabajo, y que no da espacio para términos medios y, al igual que Jack, tiene un sentido particular de su arte.

La construcción de este personaje principal es particular, ya que es un asesino en serie que siente que realiza arte cuando saca fotos de sus víctimas tras cometer sus crímenes. Un arte monstruoso, pero no aislado de la realidad, porque nos hace reflexionar sobre las formas de creación artística alrededor del mundo y sus autores y, sin ir más lejos, podríamos relacionarlo con lo que ha ocurrido últimamente en el mundo del cine. Porque tal como dice Jack: “Algunos consideran que las atrocidades, que comentemos en nuestra ficción… son esos deseos internos que no podemos cometer en nuestra controlada civilización. Entonces los expresemos en nuestro arte”.

Matt Dillon visitó Chile para realizar una charla en SANFIC13 el año pasado, y acerca de Von Trier contó que en las paredes de su oficina tenía muchos post-it que tenían escrito “que siga el desorden”. Podemos verlo de esa forma, ya que somos testigos de ese desorden en la pantalla grande: intenso, escalofriante y con un ritmo de narración ágil en su mayoría. Sólo los minutos finales se tornan más lentos, con un desenlace que se alarga porque de acuerdo a lo que comentó Dillon sobre el director, “a él no le preocupan que las escenas se alarguen, porque se concentra mucho en el ritmo. Lars me decía más lento, incluso me daba cifras, como 70% más lento”. Algo que indudablemente se nota en el film.

Matt Dillon hace un excelente trabajo, totalmente creíble con su personaje, aunque él mismo manifestó que estaba representado a alguien muy lejano a él, un ser obsesivo, desquiciado, insensible, porque está cegado en cumplir su objetivo.

La música también es muy importante, con Bowie de fondo como un gran acompañamiento, además de un piano que aparece marcando los cinco episodios que dividen la película, y que le dan aún mayor agilidad al film.  Una buena película, que sin duda gustará a los seguidores de Von Trier y a quienes no se incomodan al ver muertes y sangre en pantalla. Al contrario, muy poco recomendada para quienes se incomoden viendo este tipo de escenas. Un film atrapante de principio a fin, que los hará reír, pero también sufrir.

Director: Lars Von Trier (“Bailarina en la oscuridad” y “El anticristo”)

Duración: 152 Minutos

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