• Fundación San Carlos de Maipo acusa falta de Programas Preventivos y sostiene que es esencial contar con una oferta en salud mental que intervenga de manera oportuna.

La OMS define el suicidio como “Todo acto por el que un individuo se causa a sí mismo una lesión, o un daño, con un grado variable en la intención de morir, cualquiera sea el grado de intención letal o de conocimiento del verdadero móvil”.

Según datos de la OCDE, Chile es el país donde más ha aumentado el suicidio, después de Corea del Sur, con una tasa de 13,3 muertes por cada 100.000 habitantes. A su vez, Chile duplica la tasa de mortalidad juvenil por suicidio de Latinoamérica y el Caribe (Echávarri et al., 2013.). De hecho, 1.500 decesos en el país son autoinfringidos, ocupando el segundo lugar en número de muertes no naturales, después de los accidentes de tránsito.

Las cifras son elocuentes. Un estudio pionero realizado por la policía civil realizó un estudio de las cartas de despedida de las personas que habían muerto por suicidio, observando que el más joven tenía 9 años y el más viejo, 91. Además Minsal (2010), destacó que la tasa de mortalidad en el país entre los 10 y 14 años es de 2,0 por cada 100.000 habitantes, y entre los 15 y 19 son de 11,4 por cada 100.000 habitantes.

Para la Psicóloga y Coordinadora de Programa de Escuelas de la Fundación San Carlos de Maipo, “es fundamental contar con un enfoque preventivo que fomente la sensibilización y la detección precoz, en los distintos niveles en que están insertos los niños, niñas y adolescentes (familia, escuela, grupo de pares, etc.). Se necesitan estrategias orientadas a la identificación oportuna del riesgo suicida, lo que posteriormente debe derivar a la evaluación psiquiátrica y psicosocial capacitada en este tema”.

La atención en salud mental en el país es escasa. Sólo en la Región Metropolitana hay una disponibilidad de hospitalización de 40 camas, donde además de intentos de suicidio, se debe atender casos como intoxicación por sustancias, conductas de riesgo graves, cuadros psicóticos, entre otros.

“Tenemos una atención especializada insuficiente, lo que dificulta el diagnóstico oportuno, realizar el tratamiento adecuado y el seguimiento psicoterapéutico que se requiere”, señala la profesional y agrega “además la disponibilidad en el sistema de salud público de profesionales capacitados en la detección y atención en este tipo de casos es escasa, lo que dificulta la posibilidad de intervenir oportunamente”.

Factores de riesgo

Según la Guía Clínica para el Tratamiento de adolescente de 10 a 14 años con Depresión (Minsal, 2013), existen algunos factores relacionados con la conducta suicida. “Es importante estar atenta a las distintas señales, la prevención es fundamental”, señala   la Psicóloga y Coordinadora de Programa de Escuelas de la Fundación San Carlos de Maipo.

  • La depresión incrementa el riesgo.
  • Presentar antecedentes de trastornos afectivos, usos y abuso de sustancias y/o trastornos conductuales (se han observado relaciones con antecedentes de bipolaridad y esquizofrenia).
  • Haber realizado un intento de suicidio previo puede aumentar el riesgo hasta en un 50%.
  • Tener antecedentes de historia familiar de suicidio, de psicopatología y abusos de tóxicos en los padres.
  • Se han observado relaciones con bajos niveles de comunicación entre padres e hijos con ideación y conducta suicida.
  • Contar con antecedentes de patologías psiquiátricas pueden hacer que el joven perciba ciertas situaciones como más estresantes generando una conducta más desadaptativa.
  • Se han observado relaciones con bajo NSE y educativo, tener una actitud negativa hacia la escuela y baja actividad escolar.
  • No contar con grupos de pares que entreguen apoyo.
  • Haber sufrido de maltrato físico y/o emocional.
  • Haber sufrido bullying y haber experimentado altos niveles de estrés relacionados a este.

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