Por Carolina Santelices
Psicóloga, experta en temas infanto juveniles y crianza.
En este día del padre cabe preguntarnos por el el rol que ellos desempeñan en la crianza de los hijos. Hay que decir que la paternidad es una construcción sociocultural que ha ido evolucionando en el tiempo. Esto significa que lo que se espera de un padre cambia a lo largo de las épocas, y entre diferentes culturas. Las expectativas que la sociedad tiene sobre cómo un padre interactúa con los hijos, y su lugar en la familia y en la sociedad, se transmiten a través de la educación, costumbres, leyes y medios de comunicación. En la actualidad, con el ingreso de las madres al mundo laboral, se ha ido disipando progresivamente el estereotipo del padre como encargado del rol proveedor, y se ha ido valorando la necesidad que los roles en la crianza se compartan de manera equitativa.
Si bien se ha ido avanzando en la participación activa de los padres en la crianza y en las tareas cotidianas del hogar, aún debemos avanzar en que se vayan modificando creencias arraigadas, que han surgido desde estereotipos de género. Debemos comprender con mayor profundidad que una participación activa del padre va más allá de sacar a los hijos a pasear, o bañarlos y darles la comida. Es necesario seguir avanzando en percibir que el rol del padre no es una “ayuda” a la crianza, o que los padres que participan activamente en actividades domésticas no son “macabeos” como pueden ser señalados desde juicios sociales que se han tendido a mantener en el tiempo.
La participación activa del padre en la crianza, implica involucrarse de manera multifacética; como es en la educación, desarrollo emocional y formación valórica de los hijos, además de ser corresponsable en actividades domésticas y la carga mental que ello implica. Esta participación y la cotidiana atención en temáticas de crianza, favorece la conexión y el vínculo, cruciales para el desarrollo de un apego seguro con los hijos.
Actualmente contamos con evidencia del poder que tiene la participación activa del padre en el bienestar de la familia. Diversos estudios han demostrado que beneficia el desarrollo integral de niños y jóvenes; mejora el desarrollo cognitivo, social, emocional y conductual de los hijos. El valor del padre no reside solo en su presencia, sino en la manera particular en que tiene de interactuar y vincularse con los hijos. A la vez, un padre involucrado ofrece un modelo de masculinidad más allá del estereotipo tradicional, mostrando a sus hijos que los hombres pueden ser cariñosos, empáticos, responsables y participar activamente en el cuidado de los otros, además de insertarse en el mundo laboral. Se desarrolla un mayor nivel de equidad de género, que es transmitido a todos los miembros del grupo familiar, pudiendo impactar a la sociedad. Por otro lado, se han observado beneficios directos para el bienestar y salud mental de los mismos padres; fortalece el vínculo padre e hijos, favorece el desarrollo de diferentes habilidades sociales como la empatía, resolución de conflictos, regulación emocional y fortalecimiento del propósito y realización personal.
La participación activa del padre puede moldear el desarrollo de los hijos. Ya sean padres biológicos, adoptivos, padrastros e inclusos abuelos, quienes cumplan con un rol paterno pueden ejercer una importante influencia sobre el bienestar de niños, jóvenes y de todo el grupo familiar. Por lo mismo, la paternidad activa debiera pasar de una mera preferencia y elección personal, a un factor crucial en el discurso público, y en toda la sociedad.
