Columna de Fernando Williams

Coordinador SEE Learning en Chile

Cuando los estudiantes están próximos a iniciar las vacaciones de invierno, oportunidad en la que algunas madres y padres podrán también disfrutar más tiempo con ellos, es necesario reflexionar respecto de qué valores o cualidades les estamos transmitiendo a nuestro niños, ya que como muchos dicen, ellos son en gran medida –como un espejo- el reflejo de lo que nosotros les enseñamos.

Si bien en una primera etapa los niños “absorben” gran cantidad de conocimientos, no hay que olvidar que también aprenden de lo que ven en sus hogares, ya sea de sus padres y hermanos, imitando sus conductas, gestos y la forma de relacionarse con los demás.  Es aquí donde surge la necesidad de educarlos con el ejemplo para que adquieran valores y cualidades básicas como la generosidad, la paciencia, la compasión, la amabilidad y la empatía, entre otras, y sean en el futuro personas que convivan sanamente en su comunidad y en la sociedad en general. Es interesante en este sentido que en la tradición budista se hable de los padres como “pubbacariyas”, es decir, los “primeros maestros”.

Muchas veces, como adultos, olvidamos que lo que hacemos está siendo observado y aprendido por los niños, y que si nosotros día a día nos mostramos violentos, gritamos para corregirlos o nos enojamos con otras personas, verán estas formas de relacionarse y resolver conflictos como algo normal, llevándolo también a su día a día, es decir, en la manera que interactúen con sus pares.

Evitar la violencia escolar, el bullying, y el maltrato en general, es una tarea que debe comenzar en el hogar para luego ser reforzada en los colegios, pero no debemos delegar el tema en terceros, ya que todos somos, de una u otra manera, responsables de que los niños crezcan sabiendo lo que es una convivencia sana y amable.

Si bien ya varios colegios en el mundo están aplicando programas donde el aprendizaje social, ético y emocional son una herramienta clave para ayudar a formar personas donde la preocupación por otro ser humano sea primordial, este tipo de enseñanza también es bueno que sea replicada por el entorno directo de los niños, ya que además de reforzar la visión de un mundo más compasivo, los adultos también podemos aprender más del tema y sumarnos al efecto positivo que esto genera.

La única manera de frenar la violencia en la que estamos inmersos no es a través de la violencia, el odio jamás se ha podido apagar con el odio, sino a través de un amor inteligente. Se trata de educar desde la base del ejemplo y si para esto es necesario reeducarnos, bienvenido sea. Nunca es tarde para hacer cambios y aprender.