La solución no pasa por prohibir el acceso al contenido de redes sociales, sino en fomentar un pensamiento críticos ante éste, considerando que nuestros adolescentes aún están en formación de sus habilidades de pensamiento.
Por Carolina Santelices.
Psicóloga, experta en temas infanto juveniles y crianza.
Hace unos días, se publicó una entrevista realizada por la BBC a Laura Bates, escritora y fundadora del proyecto “Everyday Sexism”, que la ha convertido en una importante voz del feminismo en el Reino Unido. En dicha entrevista, Bates explica que ahora cada vez más estudios sugieren que las actitudes más misóginas, obsoletas y regresivas hacia las niñas y mujeres son más comunes entre los jóvenes por primera vez en la historia.
Aclara que los jóvenes no son una generación inherentemente misógina, y explica que se están radicalizando por algoritmos de redes sociales muy poderosos diseñados no para ofrecerles el contenido más relevante o de mayor calidad, sino contenido cada vez más extremo para captar su atención.
Lo que Bates nos revela es una llamada de atención sobre el poder que tienen algunas empresas tecnológicas y redes sociales que puede incidir en la formación que buscamos dar a nuestros hijos. En algunos casos, esta influencia puede derivar en una verdadera “deformación” de los valores, creencias y virtudes que nos esforzamos por entregar y arraigar en sus vidas.
¿Qué hacer?
Como padres, nuestro objetivo no es demonizar las plataformas en línea, la inteligencia artificial o las redes sociales. Si bien conllevan riesgos que debemos conocer, tal como aquel mencionado por Bates, también ofrecen beneficios. Prohibirles el acceso a nuestros adolescentes no es una solución efectiva. Tarde o temprano, ya sea con nuestro conocimiento o a nuestras espaldas, podrán acceder a ellas. Nuestro rol es informarnos, saber cómo las plataformas y redes están funcionando, cómo están llegando a los jóvenes, para poder dar la educación y herramientas formativas que están necesitando.
Un equipo de investigadores de universidades en Estados Unidos, explican en el artículo “Extended-Use Designs on Very Large Online Platforms”, que las plataformas en línea son incentivadas a maximizar la participación del usuario a través de lo que denominan “diseños de uso extendido” incluso cuando tales prácticas entran en conflicto con los mejores intereses de los usuarios.
Empresas detrás de la intención de capturar la atención, diseñan algoritmos para “enganchar”, con estrategias de tentar y atrapar. En el artículo se explica que los adolescentes son los más susceptibles a los diseños digitales que ejercen manipulación a través de la curiosidad y la búsqueda de novedad/riesgo, la presión social y el miedo a perderse algo (FOMO).
Los adolescentes no tienen la inhibición de impulsos del todo desarrollada, y aún están en formación las habilidades de pensamiento necesarias para el cuestionamiento, razonamiento abstracto y crítico del contenido al que acceden. Están más susceptibles a ser afectados en la experiencia emocional, en pensamientos, creencias y en el establecimiento de limites frente al tipo y tiempo de uso de las plataformas. Cuando la información y los datos son tan abundantes, la atención se transforma en un bien escaso, y frente a eso puede haber plataformas transmitiendo a nuestros hijos material poderoso en la captura de atención o incluso controversial.
Estos artículos nos llaman, no a tener una actitud de sobre alarma o persecutoria como padres, pero si es una llamada para poner atención, comprender y conocer lo más posible el panorama digital actual, y así guiar en el sano uso de las plataformas en línea y redes sociales.
La importancia de dialogar
Es necesario que regulemos el uso desde acuerdos y comunicación, y dialogar con ellos sobre el funcionamiento de dichas plataformas. Si los juzgamos, establecemos una barrera comunicacional, y si les decimos permanentemente lo que deben o no deben hacer, no los ayudamos a ampliar el análisis crítico y aprender a pensar por ellos mismos.
Para influir, podemos llevarlos a cuestionar y a ser críticos frente a la información, imágenes y datos que están recibiendo, y el modo en que se están transmitiendo. Preguntarles sobre su opinión al respecto, por ejemplo, sobre la intención que creen que puede haber a la base, el funcionamiento de los algoritmos y la inteligencia artificial, y ayudarlos a cuestionar, sabiendo que no todo lo que las redes transmiten es la realidad.
Asimismo, podemos conversar sobre los efectos de sentirse “atrapados” como usuarios, e incluso desde nuestra propia experiencia si nos hemos visto en ese estado. A través del diálogo, podemos buscar fomentar la curiosidad y cuestionamientos, mostrando al mismo tiempo cómo estos medios tecnológicos pueden estar buscando capturar la atención, y muchas veces incidiendo en su bienestar.
Conversar sobre el funcionamiento de las plataformas, los riesgos, los beneficios y el modo de protección ayudará a dejar herramientas que los podrán acompañar a navegar por las redes cuidando su salud mental.
Límites con vínculo
La solución no es prohibir el uso a los adolescentes cuando ya están en edad para entregar los dispositivos, y tampoco es abandonarlos en su uso. Los jóvenes necesitan que como padres estemos presente, estableciendo límites desde un vínculo cercano y conectado, conversando con ellos sobre la información a la que acceden, guiándolos en el cuestionamiento, ampliando el análisis crítico, seguir reforzando los valores y la formación que les queremos dar, y promover herramientas que los acompañarán todas sus vidas. Todo ello es posible, si se va construyendo un vínculo conectado y de confianza, en que busquemos influir desde la preocupación y el amor hacia ellos, no desde el control o la imposición.
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