Al celebrar nuevamente el 8 de marzo el Día de los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional es posible atisbar un escenario distinto, al constatar los cambios que se han evidenciado en la sociedad durante el último siglo.

En este sentido, los cambios que más repercusiones han tenido se encuentran en el campo de lo femenino. La lucha sistemática de la mujer a través de la historia por la reivindicación de sus derechos hoy está dando frutos.

Parte de ellos se observan en el ámbito laboral. En la actualidad, las organizaciones a nivel mundial están haciendo esfuerzos por atraer y retener a trabajadoras. Es el fenómeno en que se ha convertido la mujer del nuevo milenio.

¿Y cómo son estas mujeres? Las integrantes de esta generación corresponden a quienes nacieron entre los años 80 y 95. Mujeres que fueron criadas en un mundo donde el trabajo femenino comenzaba a masificarse. De hecho, muchas de ellas son hijas de madres trabajadoras y, por lo mismo, tienen diferencias sustantivas con la generación que la antecede.

En primer lugar, el número de mujeres que hoy ingresa al mundo laboral es significativamente mayor. Muestra de ello es que entre 1980 y 2008 se incorporaron 552 millones a nivel mundial y se espera que esta cifra aumente en 1.000 millones en los próximos 10 años. Por su parte, la realidad chilena, en menor medida, ha presentado un incremento sostenido, logrando un 48% de mujeres trabajadoras al año 2013, todavía bajo si se asume que el mundo femenino alcanza al 52,3% de la población chilena.

Mujeres trabajando

Esta incursión ha sido potenciada en parte por los altos estándares de educación conseguidos. Desde la década del ‘70, a nivel mundial la participación femenina ha aumentado casi el doble que la masculina, convirtiéndose las mujeres en las principales beneficiarias de los programas de educación escolar, técnicos y universitarios. Así, las mujeres del milenio ingresan al mundo laboral porque masivamente se encuentran más calificadas que ninguna otra generación.

Junto con esta incorporación laboral, la mujer también ha cambiado su mentalidad. Presenta mayores niveles de confianza en su carrera y en sí misma, retroalimentado su ambición de mejor calidad de vida personal y profesional.

Por otra parte, estos logros y avances han provocado cambios en la imagen de la mujer. Atrás van quedando los estereotipos referentes a mujeres exitosas masculinizadas.

En la actualidad las organizaciones buscan la diversidad de talentos que poseen las mujeres: seguras de sí mismas, con claridad respecto de su futuro, cada día con menos temor frente a la postura masculina y con prevalencia mediática de ideas por sobre la imposición autoritaria, abierta a la diversidad, con una visión más igualitaria sobre los roles a desempeñar y que no está dispuesta a transar.

De ahí la importancia que hoy se da a todas las transgresiones que persisten a nivel mundial contra las mujeres en el campo laboral, social, familiar y personal. Ya no existe conformidad con el discurso de igualdad e inclusión. Las mujeres esperan medidas visibles, concretas y certeras respecto de la discriminación.

Mundo personal, familiar y laboral

En un primer momento, las mujeres que se atrevieron a ingresar al mundo del trabajo se vieron obligadas a realizar dobles y triples turnos: laboral, mantención del hogar y el cuidado de los hijos y, en ocasiones, de los propios padres. En la actualidad, cada vez más los jóvenes (hombres y mujeres) toman consciencia de las diversas tareas que significa mantener un hogar, vivir en familia y funcionar en el trabajo, siendo co-responsables respecto de la diversidad de roles en que la vida los implica.

Dada esa realidad, para las mujeres la conciliación entre el mundo personal, familiar y laboral es cada vez más una exigencia y, probablemente, esta sea la generación que imponga el cambio. En este punto, tanto para mujeres como para los hombres, resulta urgente implementar una cultura capaz de validar el rendimiento por sobre la mera presencia en los lugares de trabajo. El control sobre el uso del tiempo está en directa relación con la calidad de vida que esperan alcanzar.

Además, la nueva generación busca sentirse útil a un proyecto común, en cualquier ámbito, sea público o privado, y no se conforma si los resultados no son los esperados. Esta postura es uno de los aspectos que abrió a nivel mundial la masificación de la convivencia por sobre el matrimonio, rompiendo con las ideas más conservadoras. De hecho, la encuesta Bicentenario (2010) evidenció que un 39,9% de ellas percibe la convivencia en pareja como un tipo de unión similar o de mayor duración que el matrimonio.

Mujer trabaja en casa

Por otra parte, y de manera más paulatina en Chile se ha observado la apertura de la crianza de los hijos, quienes históricamente estuvieron bajo el gobierno de la madre. Gracias a la apertura laboral femenina, por una parte se demostró la carga que significa ser dueña de casa y, por otra, se generó la posibilidad de que los hombres puedan implicarse efectiva y afectivamente en la vida de sus niños.

Esto se ha traducido en que hoy los niños están siendo criados bajo un nuevo paradigma. Están recibiendo una socialización que evidencia los beneficios de la participación laboral de la mujer para sus hijos.

De hecho, un 52,6% de las mujeres cree que las madres trabajadoras pueden genera un vínculo de cercanía con sus hijos similar a las que no trabajan, y el 59,4% cree que sus niños se beneficiarán de su trabajo”, precisa.

A pesar de todos estos avances, no cabe duda que la brecha de género sigue siendo muy importante, a pesar de los esfuerzos comprometidos como país ante Naciones Unidas.

Discriminación en puestos de trabajo, diferencias salariales entre hombres y mujeres frente al mismo cargo, escaso nivel de conciliación y flexibilidad laboral-familiar por parte de las organizaciones, dificultad para validarse dentro del mundo político, subempleo, marginalidad y violencia entre muchos otros aspectos, son los pendientes en esta materia.

Por ello, hoy más que nunca la mujer tiene claridad de los riesgos que implica abrirse camino. Sin embargo, también es importante dar cuenta del recorrido y que los criterios de igualdad de género, a pesar de la lentitud propia de una sociedad tradicionalista, están siendo efectivos. Desde el plano legal, social y laboral existe un claro compromiso hacia la adopción de políticas, programas y leyes que promuevan una cultura inclusiva, donde la mujer se movilice no desde el miedo, sino desde la plenitud de sus derechos, donde sus capacidades puedan ser promovidas con visión de respeto hacia el mundo que ella signifique.

Columna de Susana Arancibia, docente de la escuela de Trabajo Social de la Universidad del Pacífico.