-
Tal como todos los martes, hoy compartimos un post de un Blog Amigo. En esta ocasión les contamos este increíble relato de Mao Reyes, dueña de la revista Castaña, porque es muy inspirador y esperamos que sirva de motivación, para todas quienes queremos bajar algunos kilos de más, principalmente para cuidar nuestra salud y sentirnos más livianas por la vida. Sin duda, un gran ejemplo a seguir!!!
Por Mao Reyes
Hace unos días leí la columna de Hermes el Sabio en La Tercera, contando sobre cómo cambió su vida cuando decidió alimentarse sano. Pues bien, a mi me pasó algo parecido y desde julio del 2015 mi vida dio un giro rotundo y sin retorno. Ya bajé más de 12 kilos, mi índice de grasa está al borde de lo normal y veo la comida con otros ojos.
Durante 30 años de mi vida pensé que estaba un poco pasada de peso, pero que no tenía arreglo. Intenté, sin muchas ganas (ahora me doy cuenta de eso) hacer dieta y deporte mil veces, pero fracasé frustrada cada vez, porque jamás logré bajar un gramo. Y ahí se me iba al carajo el intento por bajar de peso. Además, me gusta cocinar, me gusta hacer cosas ricas en casa y de un tiempo al colapso, comer rico significaba hacer pizza, completos, churrascos y comidas grasosa y con mucha fritura.
Hasta que mi pololo me convenció de ir al endocrino, en búsqueda de algún motivo médico por mi continua alza de peso. Como si las pizzas, los muffins y los postres no tuvieran nada que ver con esto. Resultó que no tenía nada, excepto casi 15 kilos de sobrepeso, un índice de grasa y colesterol a un paso del infarto y el azúcar por el cielo. Ese fue el colapso, la cruda realidad. Tienes 30 años, mides 1,67 y pesas 80 kilos. O seguía como estaba y le daba la bienvenida a la diabetes y a la hipertensión o hacía un cambio rotundo con mi vida.
El comienzo, la aceptación
Mi primera visita a la nutricionista, exámenes en mano, fue muy difícil de enfrentar. Uno nunca está listo para que le digan lo gorda que está y menos que te digan que tienes que bajar tantos kilos y tanto porcentaje de grasa. Se veía como una misión imposible. Ese primer mes se eliminaron de nuestra vida el arroz, las papas, los tallarines, el choclo, todos los embutidos y la lista sigue eternamente. Todo lo que hacía sabrosa la pizza se fue al carajo. Nos quedamos con las proteínas, las verduras, las legumbres y toda la imaginación para empezar a crear recetas saludables. Mi pololo apañó 100% en todo este proceso y aprovecho de darle las infinitas gracias por su apoyo y comprensión.
Nada aburre más que el pavo/pollo con ensalada todos los días y tuvimos que usar todo nuestro ingenio para sobrevivir ese primer mes. La desintoxicación fue pesada. Me hice un diario de gordita (en casa lo llamamos “Chunky’s diaries”) en el que anotaba todo lo que comía, como me sentía, los antojos que tenía y todas las cosas que me daban ánimo para seguir adelante. Fue un mes horrible, empezaron las jaquecas y la rehabilitación de toda la comida chatarra que estaba acostumbrada a comer. Lo único que me faltó fue ver la guagua muerta de Transpoitting gateando en el techo. Ese era mi nivel de dependencia a la chatarra.
El primer mes bajé 5 kilos y fue un triunfo. Tuve mi primer día de permiso y para celebrar invitamos a unos amigos a la casa e hicimos pizza. Increíblemente no la gocé, comí un trozo chico y ya. Preferí las crackers con humus y el maní sin sal. Fue cuando me di cuenta de que estaba cambiando de verdad.
Vamos por más
El segundo mes el pan voló de mi vida. Antes podía comer 50 gramos al día (el pan lo hacemos en casa, sin manteca, poca sal y lo pesamos para hacer las porciones según lo que podemos comer). Ese mes el ejercicio empezó a tomar protagonismo. Aunque al comienzo no me gustaba mucho, porque llegaba tarde a la casa del trabajo y no me quedaban energías para hacer nada, se me ocurrió intentar levantarme más temprano y hacer una hora de gimnasio antes de ir a trabajar. Por primera vez tenía ganas de hacer actividad física a conciencia, sudando, esforzándome. Eso reafirmó la nueva visión que estaba teniendo de mi cuerpo y de la comida.
Porque realmente no estaba bajando de peso para verme más bonita, de hecho me sentía bonita cuando era gordita. Estaba bajando de peso porque me estaba rehabilitando de mi adicción la comida, especialmente a la azúcar.
Y ¿qué dicen los demás?
¿Qué cosas pasan cuando dejas la mala alimentación y tomas conciencia de lo que ingieres? la gente no apaña. De hecho, la gente se burla y dice que le pones color. Lo que más cuesta es cuando la familia no ayuda. Todos en casa están felices de que esté bajando de peso y de que haga deporte, porque todos entienden que está bien. Pero no entienden que no vas a comer lo que está en la mesa y no entienden por qué no quieres “si es sano”. En mi casa, para mis abuelos, los churrascos con queso son sanos, porque sólo es un poco de carne con un poco de queso, ¿cómo los convenzo de que no es así? con ellos no puedo. Con muchos de mis amigos tampoco puedo. Cuando pasaron los primeros tres meses muchos me dijeron que no siguiera bajando de peso, porque “ya era suficiente”. ¿Qué significa eso? estoy comiendo sano y haciendo ejercicio, de hecho, como más de lo que comía antes, pero ahora como bien ¿por qué debería ser ya suficiente? así planeo comer el resto de la vida.
Después de seis meses dejas de calentarte la cabeza y te rindes un poco con la evangelización. Mi pololo me dice que no me haga problema con lo que la gente dice y que coma lo que sé que me hace bien. Sí, me gustaría que la gente se diera cuenta del daño que le hacen a los niños con la comida chatarra. Cuando niña los completos y las hamburguesas eran para ocasiones especiales, hoy son la base de su alimentación, junto con los nuggets y las vienesas.
Sí, me gustaría que criar niños obesos sea considerado abuso infantil, porque es nuestra responsabilidad cocinar en casa y cuidar a nuestras familias. Me gustaría que las etiquetas de los productos vinieran realmente bien escritas y que la gente deje de ver la chatarra como un premio para los más pequeños.
Me gustaría que se dejara de pensar en el menú infantil como algo “divertido”, lleno de juguetes y monos en las cajas y se analizara la cantidad de grasa y de azúcar que se les da. Pero aún veo guaguas tomando coca cola en mamadera.
Cuesta dejar de comer mal hoy en día, porque todo lo fácil y rápido es ultra procesado y toxico. Cuesta porque ya somos adictos a esa comida y mientras me leen más de alguno está pensando “Sí, yo sé que me hace mal, pero es que es tan rico”. Hacer la comida en casa también es rico, hacer queques en casa en lugar de comprar pasteles es rico, hacer limonada en casa en lugar de tomar bebidas es rico. Es cosa de empezar a pensar en la comida de manera distinta.
Soy Mao y me estoy rehabilitando de mi adicción al azúcar y la comida. Todos los días son un desafío, pero no quiero dar un pie atrás en el cambio que he hecho. ¿Alguien se suma?
La nota original la encuentras en http://www.castana.cl/como-deje-el-azucar-y-porque-cambie-mi-estilo-de-vida/