Al reflexionar acerca de los avances de que han alcanzado las mujeres hoy y el rol que están cumpliendo las jóvenes, la destacada escritora, indica que “las nuevas generaciones de mujeres entienden que nadie nos va a regalar lo que nos corresponde por derecho, y que si queremos romper la brecha de género somos nosotras quienes tenemos que hacerlo”.
Por Rebeca Ubilla M.
Marcada por una madre que le enseñó a mantener un pensamiento crítico y una independencia económica, desde temprana edad Carla Guelfenbein se formó una clara idea de los derechos que a las mujeres nos correspondían. Si bien su progenitora falleció cuando ella solo tenía 17 años, ese tiempo bastó para marcar en ella este sello.
Hoy -madre de dos hijos y destacada escritora ganadora del Premio Alfaguara- sabe que hemos avanzado pero es consciente de los muchos aspectos que aún están pendientes.
En este mes de la Mujer, quisimos conversar con ella y de esta manera visibilizar los temas aún no resueltos.
¿Cuáles son los principales desafíos que seguimos enfrentando las mujeres hoy para poder desarrollarnos en distintas áreas?
A pesar de los cambios significativos que hemos experimentado las mujeres en los últimos años, aún enfrentamos importantes desigualdades de género, como son la brecha salarial, el trabajo doméstico no reenumerado de miles de millones de mujeres y niñas, la violencia física y sicológica, el acoso sexual, el matrimonio infantil aceptado en innumerables comunidades, los estereotipos de género que nos encasillan en desmedro de nuestras verdaderas capacidades y leyes y políticas discriminatorias que perpetúan la desigualdad de género.
A todo esto, se suma que las mujeres somos las primeras a quienes el autoritarismo y el pensamiento ultraderechista conservador viene a buscar. Lo estamos presenciando ahora mismo, cómo los derechos adquiridos en años y generaciones de luchas nos son usurpados de un manotazo. Por eso hay que estar siempre alertas, siempre atentas, no solo a las mujeres de nuestro entorno sino también a las del mundo. Solo unidas resistiremos.
-¿Cómo ves a las nuevas generaciones de hoy ?
-Las nuevas generaciones de mujeres entienden que nadie nos va a regalar lo que nos corresponde por derecho, y que si queremos romper la brecha de género somos nosotras quienes tenemos que hacerlo. Esa conciencia ha sido el trabajo arduo de generaciones previas de mujeres que han luchado porque tengamos más acceso a la educación, a la información, a la conciencia de nuestro cuerpo y de nuestra identidad. Las mujeres jóvenes no tienen miedo a emprender sus propios negocios y a ser dueñas de sus finanzas, entienden que su independencia económica es la puerta más sólida a su autodefinición y libertad. Buscan formas de romper el cerco impuesto por el patriarcado de las formas más diversas y creativas.
Un bello ejemplo de esto, y con el que me encontré recientemente, es el Museo Móvil que crearon un grupo de mujeres cuando se dieron cuenta de las pocas posibilidades que tenemos de exhibir nuestro arte en los museos tradicionales. El Museo Móvil consiste en bellísimas cajas de vidrio y madera que mujeres cargan en forma de mochilas a través de la ciudad, y que contienen piezas de arte de una artista. Esta iniciativa ha recorrido el mundo y le ha dado la oportunidad a cientos de mujeres de mostrar su obra. Por último, algo muy importante, las nuevas generaciones de mujeres no aceptan, así como así, el canon que los hombres han impuesto por siglos sobre nuestros cuerpos, están gozosas de asumir sus propios cuerpos -alejados de los prototipos inalcanzables- respetarlos y quererlos.
-¿Quiénes son tus referentes femeninos que te han inspirado ?
Sin duda quien tuvo más influencia sobre mí fue mi madre, a pesar de que murió cuando yo tenía 17 años. Ese tiempo bastó para que me dejara una fuerte impronta. Mi madre era una mujer avanzada para su tiempo, no solo en el ámbito intelectual -era profesora de filosofía- sino también en la forma libre que vivió su vida. No me educó para ser una mujer tradicional. Sus preocupaciones no eran enseñarme a llevar una casa, a recibir, a ser la mujer perfecta según los cánones heredados, sino que una mujer pensante, con una mente crítica, y capaz de sustentarse a sí misma. Me lo dijo muy tempranamente: “tu libertad depende de tu independencia económica”.
Junto con mi madre, me han acompañado mis lecturas. Mujeres con las que, sin conocerlas, he sostenido un constante diálogo crítico y enriquecedor, que no solo me ha abierto las puertas a las ideas, pero también y sobre todo, a una sensibilidad que me permite mirar el mundo desde un lugar propio. Me refiero a Virginia Woolf, con su Cuarto propio que mi madre me hizo leer a los 15 años, me refiero a Simone de Beauvoir, a Alejandra Pizarnick, a Sharon Olds, a Anne Sexton, a Judith Butler, a María Luisa Bombal, a Carmen Martin Gaite, y decenas de otras poetas y escritoras que me han acompañado a lo largo de mi vida y me siguen acompañando.
A propósito de tu último libro “Mi Vida Robada”:
-¿Qué piensas de las mujeres que abandonan sus familias o parejas para perseguir sus sueños?
Mi vida Robada cuenta la historia de una madre que abandona a sus dos hijos y a su marido para perseguir una carrera como actriz en Nueva York. La pregunta que me movía era: ¿Qué clase de madre abandona a sus hijos?
Es una pregunta que tiene tintes bíblicos pero que incluso ahora, cuando nos estamos replanteando todos los matices de la maternidad, continúa siendo conflictiva. Estamos programados para aceptar a una mujer que se separa de sus hijos por supervivencia material. Esas mujeres que tienen que partir a trabajar a otros lugares para ganarse la vida y enviar dinero para que sus propias madres, hermanas, u otras mujeres críen a sus hijos. Pero no para entender ni aceptar a las mujeres que dejan a sus familias por pasión, por aburrimiento, por necesidad sicológica y existencial, porque si no lo hacen se volverían locas o alcohólicas como lo expresó la premio Nobel de literatura Doris Lessing cuando dejó a su familia.
Está bien hoy en día que una mujer decida no tener hijos, pero ¿que los tenga y luego los abandone? Eso no.
-Es un tema que recorre la historia…
-Es un tema que recorre la historia y la literatura, donde siempre la mujer es castigada, aislada y despreciada por perseguir una vida para sí misma, al punto, en muchas instancias, de perder la vida por ello. Es el caso de Ana Karenina, quien abandona a su hijo, se vuelve una adultera, el ostracismo social cae sobre ella como una lápida y termina suicidándose.
Hoy en día, lo más probable es que en el mundo occidental no se activaría el ostracismo social contra una madre abandonadora, pero la mayoría pensaría que padece de algún trastorno mental, un episodio depresivo, una situación pasajera que la hace actuar de esa forma tan “poco humana”. Es paradójico, porque este mismo comportamiento cuando se trata de un hombre, es visto con toda naturalidad. Los padres se esfuman, no asumen sus responsabilidades ni amorosas ni financieras y a nadie se le ocurre considerarlos inhumanos, ni mandarlos al siquiatra por locos.








