La escritora chilena fue nominada al Premio Internacional del Libro Latino en Estados Unidos, con su último libro Cuentos encaderados, de Editorial Forja. Una publicación que reúne 10 relatos protagonizados por féminas que no te dejarán indiferente, así como tampoco su autora a quien quisimos conocer y aquí te la presentamos!

Por Rebeca Ubilla M.

La pasión por la escritura de Andrea Amosson -casada, dos hijos- se aprecia fácilmente en sus palabras, al igual que la huella que dejó en ella su infancia y juventud en el norte grande y la imagen de las mujeres luchadoras de esa zona. Son esos elementos los que se conjugan en cada uno de los diez relatos que componen su libro Cuentos encaderados. Todos, tienen a mujeres como protagonistas, pero no a cualquiera, sino que a las luchadoras y aguerridas féminas que día a día buscan abrirse un espacio en la sociedad.

La escritora chilena -que reside en Texas, Estados Unidos- es una de las tres finalistas para obtener el Premio Internacional del Libro Latino en Estados Unidos en la categoría ficción, que se entregará el próximo 8 de septiembre en California. Un importante reconocimiento que ha tenido entre sus ganadores a grandes de la literatura como Isabel Allende, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.

¿Cómo recibes la nominación al premio en Estados Unidos?

La recibo con una inmensa alegría y satisfacción; y me sorprendió puesto que es un certamen muy relevante en Estados Unidos. En esta edición concursaron editoriales de Estados Unidos y de 17 países, así es que yo en realidad ya me siento ganadora. Y algo que no es menor, representar a Chile en un concurso como éste y en cualquier tipo de eventos en el extranjero, es un gran orgullo para mí. Además, valoro el hecho de ir al concurso de la mano de Editorial Forja, porque siento que esto confirma que muchas veces las apuestas literarias reales están en el mundo de las editoriales independientes.

¿Cómo nace Cuentos encaderados?

Cuentos encaderados nació como una respuesta medio desesperada a una sequía literaria que yo venía experimentando luego de la publicación de mi primer libro en 2010. Una sequía que incluso ya se manifestaba con síntomas físicos. Fue por septiembre de 2013 cuando el doctor me diagnosticó artritis inflamatoria en las manos. Ese dolor terrible en los dedos, esa incapacidad de hacer las cosas, ¡de agarrar un lapicero!, me llevó a plantearme si era una señal de parar o de seguir escribiendo. Mi intuición me dijo que era lo segundo y al poco tiempo de ponerme a revisar mis carpetas con material antiguo, me encontré con los borradores de estos relatos, de estas mujeres que se convertirían en Cuentos encaderados.

Cuentos encaderados

¿Desde ese momento, cuánto demoraste en tener listo el libro?

Al cabo de tres meses me había sanado de la artritis. Al cabo de siete u ocho meses, tenía esta colección de cuentos en que las mujeres eran las protagonistas. Reescribí muchos de esos borradores y aparecieron historias nuevas también, pero el resultado fue el mismo, una época de sanación, una etapa en que las palabras volvieron a mí para no dejarme otra vez.

En tu libro señalas que los personajes “vienen a visitarte y demandan una salida”…¿A qué te refieres con la afirmación?

Cada uno de mis personajes surge de una suerte de intuición inicial, que puede ser una voz o una imagen, a veces también un sentimiento. Y en todos los casos, es como una semilla que comienza a germinar poco a poco hasta convertirse en una historia. Mientras esta historia no es escrita, es decir, si no le doy una salida creativa mediante la escritura, esta voz/imagen/sentimiento no me abandona y es bastante persistente. A eso me refiero con “demandar una salida”. Hay personajes que por años he portado dentro de mí, como la niña de “Suan”, que ya andaba conmigo hace más de diez años y cuyo nombre saqué de un cartel que podía ver desde mi ventana cuando vivíamos en Belgrado, en la ex-Yugoslavia en 2005; mientras que otros personajes son rotundos y me abordan en cuestión de horas, como en “El divertimento de Marcelita”, que surgió a partir de la imagen de su cuerpo rebosante y fui capaz de contar su historia en un par de mañanas.

El libro compila la historia de diez mujeres, ¿Qué o quiénes inspiraron estos relatos?

La mayoría de mis historias vienen de la imaginación, pero también de la experiencia y de la observación. En el caso de Cuentos encaderados, hay algunas historias inspiradas en las mujeres maravillosas que he podido conocer, ya sea en los viajes que he realizado, o en los lugares donde he vivido. Por otro lado, las mujeres de mi familia, en su gran mayoría nortinas y con vidas bastante duras en los poblados mineros, siempre han sido un ejemplo para mí. También, hay personajes que nacen de manera independiente y me encanta seguirles el paso al ir escribiendo sus historias porque sé que me van a sorprender.

Las mujeres de tu libro, nos muestran un género femenino guerrero, luchador que buscan abrirse espacio. ¿Somos realmente así las mujeres chilenas?

Creo que sí, que así somos las chilenas y así son las mujeres de mi familia también. Como mencionaba antes, son mujeres que han hecho su vida en torno a la gran minería y en uno de los ambientes más desafiantes del mundo: el desierto de Atacama. Mis abuelas, por ejemplo, tenían sus propios emprendimientos ofreciendo servicios a los mineros del salitre, en María Elena; y el cobre, en Chuquicamata. En una época y lugar en que el papel de la mujer se circunscribía al ámbito de lo privado y lo doméstico, ellas estaban criando a sus hijos pero a la vez que generando ingresos para la familia.

La lucha diaria por una mejor vida no era algo que se proclamaba, sino algo que se vivía, indicándome a mí un camino claro en mi propia búsqueda de un espacio personal y profesional. Provenir de una familia de mineros y crecer en el Atacama es una experiencia completamente diferente a la vida de ciudad. Y mis pasos accidentados por las ciudades también sirvieron de fuente inspiradora para algunas historias. Pero más allá de las vivencias particulares, creo que las mujeres tenemos un deseo universal de recuperar ámbitos perdidos, de tomar nuestras propias decisiones y tomarlas en libertad, de desarrollarnos en nuestros roles elegidos –madre o no, esposa o no, gerenta o no, etcétera- sin privaciones ni límites.

Los temas tratados también son difíciles y de los que hace unos años tampoco se hablaba… Abandono, clasismo, abuso laboral contra las mujeres. ¿Por qué quisiste abordar estas temáticas?

-En el momento de la revisión de material antiguo y de escritura de textos nuevos, no estuve muy consciente del tema en común que había entre estas mujeres. Fue recién al momento de editar –etapa a la que dedico mucho tiempo también- cuando noté este hilo común, estas mujeres que estaban enfrentando situaciones complicadas, donde la mayoría “se elegía” a sí misma, por encima de imposiciones externas, es decir, donde tendrían que haber elegido lo que otro les proponía o imponía incluso. Mucho más tarde me di cuenta que estos temas siempre me han rondado y que Cuentos encaderados es mi manera personal de lidiar con ellos. Más adelante, cuando el libro ya estaba publicado y comencé a escuchar las opiniones de lectoras, comprendí el poder que tenían estas protagonistas, el poder de conectarse con las lectoras porque de una u otra manera, directa o indirectamente, habían vivido situaciones similares.

¿Te consideras realmente una guardadora de historias como dices en tus páginas?

Sí y desde pequeña lo he sentido. Si bien no escribía de niña, siempre he contado historias y tengo todavía muchas más por compartir. En estos momentos estoy reuniendo fuerzas y silencio para poder escuchar la próxima historia. No está claro cuál es que la viene, pero sé que ya está creciendo dentro de mí.

¿Qué importancia tuvo tu familia en tu gusto por los libros y tú opción por la escritura?

La verdad es que en mi casa no había muchos libros y nunca visitamos la biblioteca de la oficina salitrera, Pedro de Valdivia, que fue donde crecí. Alguna que otra vez acompañé a una amiga a devolver un libro pero yo sentí cero interés en pedir algo para mí. Recuerdo que en mi casa había una enciclopedia de animales y me gustaba mirar las fotografías, pero nada más. Mis padres trataron de inculcar en mí el amor por la lectura, pero yo estaba más ocupada y entretenida jugando en la pampa que leyendo. Sin embargo, de esas tardes de infancia con mis amigos pampinos, nació este amor por contar historias y todavía recuerdo muchas de esas leyendas que nos ponían los pelos de punta al atardecer.

Y ¿Cuándo empezaste a “leer en serio”?

Yo recién empecé a leer en serio como a los 12 o los 13 años, cuando conocí en unas vacaciones en el sur a una chica de Santiago que hablaba muy bien, mientras que yo lo único que hacía era reírme por todo –sigo igual en todo caso-. Ella estaba leyendo Cien años de soledad y yo quise leerlo. Cuando volvimos de las vacaciones, mi mamá me dejó una copia sobre la cama. Ahí me entró la fiebre de la lectura y no me mejoré nunca. Tanto fue así que decidí cambiarme de electivo en el colegio, del artístico al humanista. Esas lecturas también influyeron en mi decisión de estudiar periodismo y más adelante literatura. Y de empezar a escribir esos cuentos que tantas veces relaté de manera oral. Con respecto a mis padres, les estoy muy agradecida porque siempre me apoyaron en cuanto proyecto loco se me ocurrió. Por eso, creo que están bastante satisfechos también de que la última idea descabellada que tuve fue volverme escritora y no domadora de leones, por ejemplo.

¿A quiénes diriges tus libros?

Esta es una excelente pregunta puesto que me permite explicar que no dirijo los libros a nadie en particular. Sé que hay un lector perfecto para cada libro, pero yo no sé quién es al momento de estar escribiendo. Y sin embargo, con nula intervención de mi parte y cuando el libro ya está publicado, ese lector termina por revelarse. Es un hecho que me encanta, me parece que los libros son criaturas vivas que echan piernas y se van a caminar por el mundo, en la búsqueda de ese lector perfecto, en un afán de desarrollo y crecimiento, con una voluntad propia y sin que yo pueda hacer nada al respecto.

Espacio íntimo

Andrea Amosson

¿Qué significado tiene la escritura en tu vida?

La escritura es muy importante para mí. Es mi manera de expresarme en el mundo, es casi una terapia también, es un espacio propio e íntimo, es mi “casa dentro de la casa”. Cuando escribo me siento realizada como mujer, como Andrea, sin el anexo “mamá, esposa, hija, hermana”, etcétera. Soy feliz cuidando de mi familia porque lo elegí libremente. Y parte de mi felicidad es poder dedicar mi tiempo de asueto a la escritura, a explorar los temas que a mí me surgen y a crear estos mundos de manera independiente. Mediante la escritura proceso la nostalgia de mi tierra y de mi familia, la experiencia de ser inmigrante, la experiencia de ser niña y mujer en un ambiente muy machista como era y todavía es, probablemente- la pampa chilena.

A través de la escritura recupero mi voz, un tanto perdida a veces entre las voces de otros, de la sociedad, del consumismo, etcétera, que me quieren decir qué es lo correcto, lo apropiado, lo que se espera de mí. Pienso que todos estamos en la búsqueda de aquello que nos hará sentir completos y satisfechos. Yo me siento afortunada por haber encontrado mi realización en la sonrisa de mis hijos y en el reducido pero vasto espacio del lápiz y el papel.

¿Te acomoda ella formato de cuentos o seguirás en las historias más largas?
Me encanta el cuento, porque me parece que debes conocer la técnica en profundidad para que el relato sea efectivo. De allí que dedique tantas horas a la edición, como decía antes, porque percibo a veces que la historia está y es buena, pero todavía no funciona. Siento que tengo que afinarla como un relojito suizo, que el mecanismo interior sea preciso, que cada pieza cumpla su función de manera exacta; mientras que por fuera, es decir las palabras que uso, tiendan a la belleza. Y también me encanta la novela, en lo personal me parece más sencilla de escribir.

Tu producción literaria incluye cuentos y novelas…

A la fecha he escrito dos novelas (“Rictus”, RIL 2010; “Las lunas de Atacama”, Ediciones del Desierto 2016) y dos colecciones de cuentos, incluyendo Cuentos encaderados (Editorial Forja 2014) y “Érase una vez Laurides”, que ganó primer lugar en Premio de Creación y Escritura Pinar y que será publicado en Georgia, Estados Unidos a fines de este año, como parte del premio. No creo que pueda decantarme por uno u otro formato, porque con ambos me siento a mis anchas, como un buen pez en el agua o pampina en el Atacama.