Su novela Las Lunas de Atacama, acaba de ganar el Premio Internacional del Libro Latino en Estados Unidos, un reconocimiento a la constancia y trabajo de esta chica que rinde un homenaje a su tierra: el desierto de Atacama. Con ella conversamos y hablamos de cómo las mujeres debemos empezar a creer en nosotras mismas, en nuestros proyectos e “intentar ser mejores amigas entre nosotras, criticarnos menos, ayudarnos más”, dice la escritora.

Por Rebeca Ubilla M.

La escritora Andrea Amosson,  está feliz, y con razón si su libro Las Lunas de Atacama- ambientado en el norte de Chile desde donde es oriunda- acaba de adjudicarse el Premio Internacional del Libro Latino en Estados Unidos, en la categoría novela con enfoque latino. El logro es muy destacable, ya que en el certamen participaron autores y editoriales de Estados Unidos y de otros 20 países.

Los International Latino Book Awards -que tienen 19 años de trayectoria-  se han consolidado como los mayores premios literarios que se entregan en Estados Unidos y han tenido entre sus ganadores a grandes de la literatura como Isabel Allende, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez… el trabajo de una mujer que es digno de destacar y que es toda una inspiración para que nosotros creamos en nuestros proyectos.

Las lunas de Atacama

-¿Qué significado tiene para ti el premio recibido por Las Lunas de Atacama?

Es un tremendo orgullo, un gran logro, estoy muy feliz por este libro en especial, ya que lo llevé durante tanto tiempo dentro de mí, hasta que por fin tuve la experiencia narrativa suficiente para contar estas historias de mi tierra, el Desierto de Atacama. Para mí también es un libro homenaje, así es que el premio es como la guinda del pastel.

-¿Qué aspectos de la historia crees que cautivaron al jurado?

Quiero creer que les gustaron los personajes, que son muy queridos para mí, Ulises, el niño Armando y en especial Wyetta, una mujer protagonista enfrentándose a los prejuicios de todo tipo, en su época y situación social. Y quizás el entorno, hay gente que no sabe que en esta parte del desierto vive gente, me lo comentaba una entrevistadora en Los Angeles. No podía creer que allí hubiera pueblos, ciudades y es que las imágenes del desierto fuera de Chile son de este lugar inhabitado, inhóspito, seco, pocas veces se ponen en contexto las ciudades que existen, la vida que florece a pesar del clima.

-¿Qué impulso da a tu trabajo este reconocimiento?

Me ratifica que voy por el camino correcto, que las horas de trabajo que pongo en la escritura son reconocidas, que necesitamos más historias con protagonistas mujeres que den referentes a las lectoras, que las niñas puedan identificarse con sus congéneres desde una posición de fuerza, de autodeterminación, de llevar las riendas del destino propio. Y me da fuerzas para seguir adelante con mi escritura, con mi intención artística, con mis propósitos literarios.

-¿De qué manera tu origen norteño (de Chile) marca tus novelas?

Creo que la gran marca es el carácter que me forjó la salitrera Pedro de Valdivia y mis años estudiantiles en Antofagasta. Hay una sensación de desamparo en el sentido de que las regiones no reciben todos los recursos que hacen falta y es necesario perseverar e ingeniárselas con lo poco que se tiene. Esa fue la vida de mis bisabuelos en la minería del salitre y mis abuelos en la del cobre. De mucho esfuerzo, de saberse en desmedro porque nacieron “del lado equivocado” -sabes que todos los pueblos mineros estaban separados en clases sociales y con vallas físicas para evitar la libre circulación-, pero aún así buscar la manera de mejorar, de enviar a los hijos a la escuela y más tarde a la universidad. Mis padres son primera generación de estudiantes universitarios. Fue para ellos un verdadero desafío convencer a los suyos de que les dejaran partir. La vida los juntó en los campus de la Universidad de Chile y la Universidad Técnica del Estado en Antofagasta y fue gracias a su tenacidad que para el resto de nosotros ni siquiera cupo dudas, todos íbamos a ser profesionales.

-¿Quién inspiró el personaje de Wyetta del libro, la protagonista que busca su origen?

Wyetta surgió de una fotografía que vi en el Museo Ferroviario del Ferrocarril Antofagasta-Bolivia. Esto fue hace más de veinte años, como alumna en práctica de periodismo de la Universidad Católica del Norte en El Mercurio de Antofagasta, le pedí autorización al director para escribir un reportaje sobre el tren Longitudinal Norte (el Longino). Él me autorizó y haciendo averiguaciones, encontré un antiguo maquinista del Longino que ahora trabajaba en este otro ferrocarril. Con él visité el museo y allí tenían las fotografías de “los más buscados”. Una de las fotos mostraba a un hombre que parecía ser colorino y tenía el rostro cubierto de pecas. Abajo decía “El Jirafa. Ladrón de trenes”. La foto era vieja, era sepia, pero la mirada del hombre se me quedó grabada y cuando surgió Wyetta -que en un manuscrito previo se llamó Tali- era morena pero tenía pecas en el rostro y el pecho y le decían Jirafa. Luego de eso, con el correr de los años, Wyetta se fue formando a sí misma dentro de mí, con una manera de hablar, de vestirse, de mirar el mundo. Es uno de mis personajes más queridos.

-Lunas de Atacama tiene algo de novela histórica, ya que nos sitúa en una época de Chile, describiendo entornos y costumbres. ¿Tienes pensado seguir explorando este género?

Estoy abierta a lo que el “duende” traiga. El libro que viene después de Las Lunas de Atacama se llama Érase una vez Laurides y lo vamos a presentar a fines de noviembre acá. Es un libro de cuentos dentro y fuera de esta ciudad/pueblo/comarca/villa/metrópoli. Laurides es un lugar cambiante con distintos personajes, algunos realistas, otros mágicos, otros absurdos. Y fuera de Laurides hay mujeres que se mueven, que migran, que sufren o que se liberan. Es un mundo totalmente distinto de Las Lunas de Atacama, así también como la forma de narrar. Así van naciendo los libros. No sé de antemano qué voy a escribir, pero hasta el momento estoy muy conforme porque creo que las obras son distintas entre sí, a pesar de que me han dicho que pueden encontrar mi estilo, no sientes deque te repites.

-¿Hay alguna otra época de la historia de Chile que te resulte atractiva de explorar?

La época precolombina me parece muy atractiva. De hecho, tengo un cuento que se llama Maria Kawésqar y la protagonista es la última de su pueblo. Me gustaría adentrarme en los relatos antes de la llegada de los europeos, conocer más de los intercambios con los Incas por ejemplo, entender la visión de mundo que había y cómo ha ido mutando con el correr de los años. Muchas personas creen que ya no hay Kawésqar en Chile, pero todavía existen, por ejemplo. Para eso hace falta mucho estudio y horas de preparación. Vamos a ver si se me da en el futuro.

A.AmossonPortada

Oídos sordos

-¿Qué le dirías a todas aquellas mujeres que tienen en mente algún proyecto, pero no se atreven a desarrollarlo por múltiples razones?

Hace un par de años leí que nosotras las mujeres, sin importar la nacionalidad, tenemos la tendencia a tomar el fracaso como algo personal. Mientras que los hombres lo toman como parte del proceso. Cuando lo entendí, me liberé bastante y comprendí que cuando algo no resulta -que es casi todo el tiempo, dicho sea de paso- no es un reflejo de mi persona sino de que hay muchos factores que entran en juego. Así es que es lo primero que les diría es esperen equivocarse y equivocarse mucho, lo que importa es volver a intentar. También que hagan oídos sordos de los comentarios negativos a su alrededor. Creo que la mayoría de las personas quieren emprender proyectos nuevos, pero no se atreven a dar el primer paso y cuando alguien de su círculo cercano lo da, parece que pusieran sus propios temores en ese alguien. Es importante rodearse de gente positiva en toda etapa de la vida, pero en especial cuando se emprende un camino nuevo.

-¿Qué le falta a la mujer chilena para empoderarse y creer en sus proyectos y  sueños?

Creo que todavía hay mucho machismo en nuestro país. Las niñas son excelentes lectoras, pero me pregunto, ¿cuántas historias, cuántos libros, qué música, las representan? Me surge la duda porque qué roles les estamos ofreciendo desde las artes, desde los medios de comunicación, desde las teleseries, desde la entretención. Tal vez por eso no alcanzamos nuestro máximo potencial, porque no podemos visualizarnos en todos los posibles roles todavía. Y debemos combatir los prejuicios, si todavía tenemos que jugar con muñecas y somos “solteronas” si no nos casamos o el marido nos pone los cuernos porque no le hicimos caso o le servimos la sopa helada… Por otro lado, creo que también tenemos que avanzar en justicia, en igualdad, en este sistema de castas sociales que nos impide aspirar “fuera de nuestra posición” en tantos sentidos: económico, social, de género. Y otra cosa es la falta de apoyo. Tenemos que intentar ser mejores amigas entre nosotras, criticarnos menos, ayudarnos más. Dejar de comportarnos como “abeja reina”, aquella que piensa que porque le costó tanto conseguir tal o cual, la otra no se lo merece. Yo he tenido la suerte de haberme encontrado en mi camino con muchísimas mujeres aguerridas, cariñosas, fuertes y maternales también, así es que entiendo la importancia de las redes que debemos formar entre nosotras. En la miel todo se pega, decía mi abuelita y con toda la razón.