Columna del Dr. Patricio Silva Rojas
Decano de la Facultad de Ciencias de la Salud
Universidad Central
El caso de la adolescente Jacinta Zañartu, quien fue sometida a un doble trasplante de corazón y pulmones, generó un crudo debate, especialmente en las redes sociales, sobre la campaña mediática que llamaba a la donación y que fue impulsada por sus familiares y amigos. Allí se cuestionaba el “trato privilegiado” que habría recibido la joven por la situación económica de su familia, lo cual habría “agilizado” su ubicación como primera prioridad nacional en la lista de espera de trasplantes.
Bajo estas críticas, emitidas por desconocimiento de la población respecto del funcionamiento del sistema, sin duda que se evidencia una enorme desconfianza que atraviesa a diversos sectores de la sociedad respecto de las cirugías de trasplantes. Así, se ha ido generando una situación de especial gravedad, como es que circule la opinión de que acceden a trasplantes personas con mayores recursos o con mejor acceso a la prensa.
Es tremendamente lamentable que se vaya generando tal nivel de desinformación o tergiversación de la información sobre el tema. El sistema de trasplantes, que establece el nivel de prioridad de los pacientes para dichas cirugías, opera bajo estrictos criterios médicos y validados internacionalmente. De este modo, el estudio de compatibilidad puede arrojar que un órgano no sirve para la primera persona de lista de espera, pero sí para la segunda o tercera.
Es un derecho de todo paciente que lo necesite, independiente de su sistema de salud o nivel socioeconómico.
El sistema de trasplantes establece una serie de procedimientos, desde la certificación de la muerte de la persona donante (criterio internacional definido desde 1968), el protocolo del trasplante propiamente tal, hasta la asignación de prioridad de los enfermos. Es un proceso que requiere no sólo educar a los médicos y el personal de salud, sino que también a la población completa.
A saber, la lista de espera es única y está ordenada por un puntaje de mayor a menor gravedad de los pacientes. Lista que alcanza actualmente a 1.820 personas, en contraposición con la discreta cifra de 155 trasplantes y 62 donantes en lo que va del año 2016. Esto nos lleva a reflexionar respecto del problema original y que no radica en cómo se definen las prioridades en la lista de espera, sino en la cantidad de donantes que tenemos como país. ¿Qué necesitamos, entonces, para restablecer las confianzas y aumentar la bajísima cifra de donantes en Chile?