• Según el último estudio de la UNICEF, Chile ocupa el segundo lugar entre los países de la OCDE con mayor tasa de pobreza infantil, con un 26,3%, siendo sólo superado por Israel con un 27,5%. Un especialista analiza la situación y las medidas que se deben tomar para que el problema social disminuya y deje de afectar a los más pequeños.

Cerca de 1 millón 200 mil niños en Chile vive en la pobreza, según el último estudio de Unicef “Report Card 13: Equidad para los niños. Una tabla clasificatoria de la desigualdad respecto al bienestar en los países ricos” publicado el mes pasado, que midió el porcentaje de niños que viven en hogares con ingresos inferiores al 50% de la mediana de la renta. Entre los países que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Chile ocupa el segundo lugar entre las naciones con mayores tasas de pobreza infantil, llegando al 26,3%, superado sólo por Israel (27,5%).

¿Por qué Chile tiene este índice tan preocupante de pobreza en edades tempranas? “Los más afectados con las variaciones macroeconómicas son siempre los niños y jóvenes del país, lo que es injusto considerando que ellos no participan directamente del proceso productivo. Las crisis económicas golpean de esta forma con fuerza a la población más expuesta a estas oscilaciones asociadas fundamentalmente al problema del desempleo y sus nocivos efectos. Las cifras de aumento de la pobreza infantil en Chile nos señalan una luz de alerta respecto de lo que ocurre con nuestros niños y adolescentes”, explica Christian Quinteros, secretario de estudios de la Escuela de Trabajo Social de la U. del Pacífico.

Las cifras publicadas por la Unicef sorprendieron, ya que en 2014 la misma institución señalaba que Chile era el país de la OCDE que más había disminuido la pobreza infantil, en un 30%. Y dos años después, las estadísticas parecen acusar un problema más grave aún. Según el académico de la U. del Pacífico, las causas del retroceso son múltiples.

Si bien en los últimos 25 años se ha reducido la pobreza en el total de la población, los niños y adolescentes continúan teniendo mayores niveles de pobreza. Los efectos negativos de la desigual distribución del ingreso son múltiples, tanto a nivel de integración y cohesión social como en las diferencias de las oportunidades a las que acceden los ciudadanos, incluyendo a la población infantil. La pobreza aumenta en familias desempleadas más que en aquellas que reciben permanentemente la atención del Estado. La idea es no perder el rumbo y recuperar lo que había ocurrido hacia el año 2014”, asegura Quinteros, Magister en Ciencia Política.

La atención pública se centra frecuentemente en los índices generales de pobreza, sin caer en cuenta de que las tasas más alarmantes y preocupantes aparecen en los grupos etarios menores, quienes sufren las mayores consecuencias del problema social.

Los factores que más afectan negativamente la vida de los niños durante las crisis son el desempleo de los padres y la disminución en los ingresos medios familiares, lo que limita el acceso de los niños a la comida, a la vivienda y a los servicios básicos como la salud y la educación, además de disminuir el tiempo de atención de sus padres y la calidad de la relación”, describe el especialista.

Así, la pobreza no sólo afecta el ámbito económico, sino que tiene graves consecuencias en otras áreas vitales, que son claves precisamente para salir del problema social. De hecho, según el estudio de la Unicef, en Chile 1 de cada 4 estudiantes de 15 años de edad no comprende lo que lee, no sabe resolver operaciones matemáticas básicas y no puede explicar sucesos naturales básicos y cotidianos.

“Las tasas de deserción escolar en Chile son preocupantes, ya que la escolarización ha demostrado ser un factor protector importante en el área de la delincuencia juvenil, en la integración social y en la salud mental. Tampoco hay que olvidar los datos en el consumo de alcohol y otras drogas, el embarazo adolescente y trabajo infantil, factores a tomar en cuenta al analizar la pobreza como un problema integral”, recalca el académico de la Universidad del Pacífico.

La Política Nacional de Infancia 2015-2025 de Chile afirma que “en materias de niñez y adolescencia se exhiben adecuados niveles de supervivencia y, paulatinamente, se está avanzando en dimensiones más integrales del desarrollo. Vale decir, Chile tiene una base estructural para dar un salto cualitativo, instalando la perspectiva de derechos en sus políticas públicas y, específicamente, para que exista un ejercicio efectivo de los derechos de los niños, niñas y adolescentes que habitan el país”. Además en el documento se asevera que se debe proteger a los hogares más pobres que tienen niños “a través de la creación de puestos de trabajo de calidad para los padres, la aplicación de impuestos progresivos y la prestación de servicios efectivos para las familias y sus integrantes. Se requiere que el sistema de protección social proteja los ingresos de los hogares más pobres por medio de transferencias monetarias económicamente significativas y estables en el tiempo”.

Una política de Infancia debe atender integralmente a los niños y niñas desde una perspectiva transversal, preocupándose de los efectos de políticas macroeconómicas ineficientes. La Política Nacional de Niñez y Adolescencia en Chile 2015-2025 ha contribuido al menos a la formación de una conciencia colectiva creciente acerca de lo imperativo que es emprender una reforma integral, generando las capacidades necesarias a nivel país y, en especial, en los contextos locales y familiares, para que cada niño y adolescente pueda ejercer plenamente todos los derechos establecidos en la Convención sobre los Derechos del Niño y en otros instrumentos internacionales relativos a la niñez y adolescencia. Un niño define en sus primeros años de vida su funciones cognitivas para aprender y aportar al desarrollo. Es sin duda responsabilidad de la sociedad  ofrecer las condiciones para que esto se logre”, concluye Christian Quinteros.

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