• Semana Santa es la ocasión para darse un tiempo de pausa y reflexión espiritual. En este contexto, la oración se convierte en uno de los vehículos más usados en estas festividades. Pero, ¿sabemos realmente lo que significa orar o cómo se debe orar? Docente de la Escuela de Psicología la U. del Pacífico comparte algunas ideas que no sólo pueden ayudar a los cristianos, sino también a quienes intentan conectarse con un ser supremo. 

La oración no es un acto exclusivo de las religiones cristinas. De hecho, la oración es una de las herramientas imprescindibles para la conexión con la divinidad en todo tipo de religiones a lo largo del planeta, la que se expresa a través de la palabra, sea ésta escrita, hablada, cantada e, incluso, meditada.

“La oración constituiría, desde la mirada de múltiples creencias religiosas y espirituales, una práctica que facilitaría establecer un estado de conexión y apertura hacia el encuentro con Dios, la divinidad o la totalidad”, señala la docente de la Escuela de Psicología la Universidad del Pacífico,  Marcela Richaud.

La profesora de los Talleres de Naturaleza Contemplativa y Conciencia Contemplativa agrega que “lo que se persigue con la oración, en términos generales, es facilitar la comunicación con la divinidad, generando un estado de armonía y tranquilidad interior que facilite dicha comunicación y dicho encuentro. Esta comunicación puede ser entendida tanto hacia una divinidad externa, como también en un espacio de espiritualidad y trascendencia interior”.

Sobre la mejor forma de orar, la especialista señala que no se puede determinar que exista una mejor que otra. “La forma de orar, a mi parecer, es un camino personal de búsqueda, de apertura y de conexión interior, que transita como todos los caminos por diferentes momentos y estados. Si bien existen diferentes y conocidas formas de orar, cada persona puede, en esa diversidad, buscar un modo que le permita un encuentro más auténtico y sentido con la profundidad y el misterio de la existencia y de la totalidad”, reflexiona.

Por lo tanto, y en esa misma línea, no existiría un mejor o peor momento para orar. “En general, va a depender de cada persona y de su momento particular. Pero, en términos generales, abrir el espacio de sabiduría y bondad interna siempre es una buena forma de empezar o terminar la jornada, ya sea para impregnar la jornada desde su inicio o para realizar un balance al final del día. Por lo mismo, a muchas personas les acomoda empezar o terminar su día con un momento de reflexión y conexión más profunda”, comenta.

Conexión divina

¿Cuál es el estado óptimo para tener una oración más efectiva? “Me parece que la idea de ‘efectividad’ o de ‘mejor’, se consignan dentro de una concepción de la oración como ´estrategia para´, y en realidad me parece que una concepción más auténtica de la oración, en cualquiera de sus expresiones, se asemeja al desarrollo de un estado, de un espacio interior y que, por lo mismo, no va acompañado de un juicio al respecto. Se trataría más bien de la posibilidad de encontrarnos con la espiritualidad o la divinidad desde lo que somos y desde dónde estamos, en el momento que sea”, aclara la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.

Un argumento parecido se da para quienes buscan la forma de obtener una respuesta divina, ya que la experta en Conciencia Contemplativa indica que eso dependería de lo que entendamos por respuesta y si el sentido de la oración se puede relacionar con obtener algo. “Cualquier ´respuesta´ estaría en directa relación con la experiencia personal de cada uno con la vida, con el misterio de la existencia y el espacio de creencia espiritual y divina de cada uno en su interior”, plantea Marcela Richaud

Entonces, ¿por qué se habla del poder de la oración o de que la oración mueve montañas? “La vida espiritual, reconocida desde siempre como parte fundamental de la esencia humana, constituiría una experiencia y una energía que crece, se desarrolla y cobra su máximo sentido en la comunión con los otros, todos los otros. Así, aunando espíritus, creciendo exponencialmente en su fuerza y en su virtud, se pueden abrir los espacios y los corazones más allá de lo supuesto y de lo nunca imaginado”, afirma la psicóloga clínica, diplomada en Psicoterapia y Meditación.

Si bien la oración supone la fe en un ser divino y superior, también es posible orar cuando no se es creyente o se es ateo. “Evidentemente que sí. El acto de orar tiene tradición y diferentes manifestaciones desde que el hombre surge en la tierra, por ende, sería un espacio inherente al ser humano. Bastaría con el deseo de querer recorrer ese camino interior de encuentro con la profundidad y magia de la existencia. Esta aquí, disponible en el corazón de toda la humanidad y en cada uno de nosotros, en cualquier momento de nuestra vida”, asegura.

Lo anterior se reafirma con la existencia de múltiples manifestaciones religiosas, espirituales y místicas, entre los que encontramos los mantras, cantos devocionales, meditación para el cultivo de la compasión y la benevolencia u otras manifestaciones tradicionales. “Cada una tiene énfasis u objetivos particulares, pero podemos ver que en todas ellas encontramos una fuente común de inspiración, la cual se relaciona con buscar una forma de fortalecer la experiencia de abrir el corazón y el espacio interior en el encuentro sincero con la divinidad o la totalidad, respetando sea cual sea la concepción y la experiencia que cada ser humano pueda tener al respecto”, concluye la docente de los Talleres de Naturaleza Contemplativa y Conciencia Contemplativa de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.