• Fin de año es una fecha que muchos escogen para hacer una lista de deseos para el período que viene. ¿Por qué es bueno realizar esta práctica y cómo debe ser ese listado para que alguno de ellos llegue a cumplirse?

Se dice que la fe mueve montañas y que la esperanza es lo último que se pierde. Frases que se hacen más vívidas en momentos trascendentes de la vida, como son el fin de un ciclo. En este caso, ad portas de pasar al 2016, muchos tendrán en mente estos enunciados comunes con la ilusión de que por fin sus sueños se concreten.

“Hay una trampa con la palabra deseos, en primer lugar, porque habla de algo que es inalcanzable o se asocia a algo que aún no logra ser satisfecho o cumplido. Por eso es mejor hablar de lista de propósitos, de metas o de intenciones”, señala Carmen Gutiérrez, directora de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.

Haciendo esa salvedad, la psicóloga plantea que es bueno realizar esta práctica. “Ello, porque de alguna manera supone e implica que la persona, para poder realizar esta lista, tiene que platearse quién es, qué tiene, qué ha logrado, qué necesita, qué quiere y, de esto último, qué puede lograr”, indica.

De este modo, la especialista dice que la lista sirve para hacer una valoración de la situación actual, proyectar el futuro y, en ese sentido, focalizar esfuerzos, energías, propósitos, intenciones y acciones. “Además, al hacer una lista, pasa por el filtro de evaluar qué estoy poniendo ahí y si ello efectivamente lo puedo realizar; también qué depende de mí y que no. Eso ayudará a que uno vaya definiendo y diferenciando lo que puede lograr o alcanzar, y focalizar esfuerzos. Sobre todo hacer esta evaluación, porque muchas veces uno sufre por cosas que no están en nuestras manos o que no son posibles de alcanzar y de lograr o que no son posible de revertir”, agrega.

En ese sentido, es fundamental hacer una clara diferenciación de lo que se puede o no gestionar, ya que permite una mirada realista. “Ayuda a desarrollar la tolerancia y aceptación para lo que no está en mis manos y, obviamente, te aproxima a una sensación de bienestar y felicidad. Ambos sentimientos no tienen que ver con algo que ocurre cuando se confluyen ciertas circunstancias favorables que están planteadas en el plano de lo idílico, como el pensar que yo sería feliz si mi marido, si mis hijos, si mi trabajo, si mi auto y si mis vacaciones, sino que la felicidad tiene que ver con la capacidad de disfrutar lo que se tiene y dentro de lo que se tiene, asumiendo lo agradable y lo desagradable como parte de la vida y de lo que implica estar parado en este planeta”, afirma Gutiérrez.

Sobre cuáles son los deseos que deben plantearse en estas circunstancias, la psicóloga señala que dependerá de cada persona, de sus propósitos y sueños. “Incluso es posible que estos sean diferentes dependiendo de las personas, de su sexo y edad. Por ejemplo, un niño podrá plantear como deseo que le llegue un hermanito, lo que es súper válido; o una mujer que está con deseos de quedar embarazada, también. O personas que no están emparejadas y que quieran tener su pareja. Pero sí creo que lo que debe plantearse son cuáles de los deseos corresponden a realidades, a metas, a aspiraciones, y cuáles son factibles y no factibles”, insiste.

Ahora, la especialista tampoco desecha aquello visto como no realizable. “Estos se pueden mantener como un sueño, como ocurre con las utopías. Como el desear que Chile sea un país más justo y más solidario, por ejemplo, pero siempre en la medida en que sea yo la que me ponga en acción para lograr eso. Por lo menos aportar en esa línea y que se transformen en un motor inspirador y energizante”, comenta.

La docente de la Universidad del Pacífico añade que los sueños imposibles pueden llegar a ser malos cuando inspiran la lamentación, la pena, el agobio, el desaliento y finalmente la inmovilización. “Este tipo de deseos lo único que hacen es recordarte la permanente ausencia de aquello y hacen de tu vida aún más dolorosa, miserable o con sensación de carencia o de ausencia”, advierte Carmen Gutiérrez.

Cómo hacer la lista de intenciones para Año Nuevo

Normalmente, elaborar una lista de propósitos implica el ejercicio de repasar lo bueno y lo malo, trabajo que es positivo cuando uno se considera como un elemento que tuvo participación activa en los resultados, porque ayudará a mirarse y a conocerse a sí mismo. “Más que el ejercicio en sí, lo importante es cómo se haga este ejercicio, porque si yo lo hago para repasar que todos son malos, que nadie me quiere y que todos me odian, entonces confirmo que soy la misma de siempre y no me muevo. Entonces, el ejercicio es interesante en la medida que eso implique movimiento personal y de conciencia, y la única forma de hacer ese movimiento es cuando uno forma parte de lo que está observando y uno se observa a sí mismo como un factor más que tuvo que ver en las cosas que ocurrieron”, dice la directora de la Escuela de Psicología.

Luego de hacer esta reflexión personal, puede ser una buena idea conversarlo con otras personas. “Casi todos tenemos un punto ciego respecto de algo de nosotros mismos. Después de que uno lo tenga un poco más decantado y madurado, se puede conversar con otras personas que sean cercanas, a quienes les crea, quiera y valide, para que aporten otra mirada. Incluso, pienso que en estos tiempos de espíritu navideño y de año nuevo, podría ser sano también hacer esa evaluación junto con la persona con la que uno haya tenido algún conflicto, repasando con ella qué fue lo que nos pasó, qué hizo cada una, qué tengo que perdonar, qué actos reparatorios tengo que hacer para que esta relación pueda seguir fortaleciéndose”, sugiere.

La psicóloga plantea también que es bueno compartir estos deseos con otros. “Esta manera ayuda al compromiso, porque este tipo de acuerdo con otros en formato público  es como una confesión y, como tal, es un acto de compromiso. Yo confieso ante la comunidad mis pecados y me comprometo a tratar de reparar. O bien, si uno tiene un deseo que implica que entre los dos vamos a trabajar para lograr determinado objetivo con acciones individuales para ese fin, entonces ayuda al compromiso en la medida que ese resultado es el fruto del esfuerzo compartido”, asegura.

¿Y cuál es el número ideal de compromisos que debe llevar la lista para que sea realizable? “Más que número, tiene que ver con en qué medida esos deseos son realizables y obviamente una lista muy extensa será difícil. Pero si uno plantea pequeños deseos, donde cada uno de ellos forma parte de una lista para articular algo mayor, no importa que sea tan grande o larga. Pero si es larga e inalcanzable, donde cada cosa tiene que movilizar mucho tiempo, energía y dedicación, dejarás probablemente todo a medias. Por lo tanto, es importante proyectar si lo podré hacer, cómo lo haré, que tendría que pasar para poder concretar este deseo, lo podré hacer sola, podría incorporar a otros, etc. Ese tipo de preguntas vale la pena plantearse”, señala la especialista. 

Finalmente, también es bueno ayudar a los niños a realizar este tipo de reflexión y de ejercicios. “Yo creo que esta idea de lista de deseos y compromisos puede articularse muy bien con una tarea que debiesen realizar siempre los padres y que tiene que ver con el nivel de conciencia y de autoestima de los hijos. Cuando hay un tipo de relación y de comunicación tal con los niños, que ha ido incorporando la autoevaluación dentro del diálogo y de la convivencia, donde uno como adulto dice honestamente ‘me equivoqué’ y reconoce sus errores, y lo incorpora como una comunicación abierta y clara con ellos sobre lo que hicieron y lograron, pero dentro de la perspectiva de cómo eso denota algo de ellos, esto podría servir para que los niños hicieran un ejercicio de evaluación y de aspiraciones venideras. Por eso, en la medida que los niños tengan una autoestima positiva y buen concepto de sí mismos, que se ha ido desarrollando en medio de una relación armónica con los padres, que incluye que los padres les puedan decir lo bueno y lo malo, ellos podrán realizar su lista de deseos como sus propios proyectos personales”, concluye la directora de la Escuela de Psicología de la U. del Pacífico. 

Foto vía: www.eesea.es