Esta semana prácticamente todos los estudiantes salieron de vacaciones, época que es sinónimo de descanso y cambio de la rutina anual. Sin embargo, para muchos es un tiempo de desajuste, ya que los padres siguen trabajando. En este contexto, una especialista de la Universidad del Pacífico aconseja que para evitar los malos ratos, vale la pena hacer un alto para poner las reglas claras anticipadamente.
Hace unos días se dio a conocer el Tercer Sondeo de Involucramiento Parental del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), que entrevistó a hombres y mujeres de entre 15 y 29 años, de todos los niveles socioeconómicos y residentes en todas las regiones del país. Sus resultados son, al menos, reveladores.
Entre los hallazgos, se menciona que sólo un poco más de la mitad de los jóvenes encuestados (57%) habla con sus padres o adultos responsables de su crianza sobre permisos y salidas; solo un 48% indica que les controlan la hora de llegada cuando salen de noche; un 52% confirma que los mayores saben “mucho” quienes conforman o conformaban su círculo principal de amigos; y un 49% que conocen o conocían “mucho” a las personas con las que se juntan.
Para la coordinadora académica de la Escuela de Psicología de la universidad del Pacífico, Verónica Navarrete, este modo de entablar relaciones refleja problemas de comunicación entre padres e hijos. “Los padres parecen estar más involucrados en las problemáticas en el ámbito académico y a metas socialmente valoradas, más que en el área de la cotidianidad o de lo que los jóvenes hacen con y en su tiempo en relación al sexo, elecciones de amigos, consumo de sustancias, etc.”, señala.
La psicóloga infanto-juvenil dice que es importante que los padres busquen maneras de entablar conversaciones y acuerdos con sus hijos, ejerciendo un control parental sano y adecuado al desarrollo de la autonomía de los niños y jóvenes. “Esto tiene que ver principalmente con un control que es capaz, por una parte, de poner límites que son claros y precisos. Es decir, que ambas partes conozcan los límites y que los niños sepan manejarlos. En los más pequeños por supuesto que los límites no son tan conversados ni dialogados, pero igual deben estar establecidos. Además los límites deben ser consistentes, lo que significa que se ponen y se cumplen, siempre y no a veces”, aclara.
Distinto es con los jóvenes. “Con ellos los límites son muchos más dialogados, acordados y no impuestos, y se relacionan con su cumplimiento, son su autonomía, si sabemos que se rodea de un buen grupo de pares, etc.”, indica.
Si bien las normas debieran estar siempre claras, la especialista comenta que es importante ponerlas en práctica durante las vacaciones. “En esta época, los jóvenes ya no solo quieren salir los fines de semana, sino de lunes a lunes y los padres deben seguir trabajando y rendir. Creo entonces que es súper importante poner límites claros y que, independientemente de si el niño está de vacaciones, sepa que tiene horarios y ciertas tareas dentro del hogar y que además debe cumplirlas. Pero esto debe ser conversado y dialogado con los jóvenes anticipadamente. Los padres deben ser capaces de proyectar lo que viene y no esperar a que surja la disyuntiva o cuando la cosa está desbordada, porque los arreglos y acomodos dentro del conflicto son mucho más difíciles”, advierte.
Y con los más pequeños, también. “Por ejemplo, un niño no debe pasar todo el día viendo TV o jugando Play. Y la manera de regularlo es ofrecerle alternativas, como entrar a un taller deportivo o cultural”, aconseja Verónica Navarrete.
Imposición vs. acuerdo
¿Desde qué edad es recomendable llegar a un acuerdo con los niños? “Creo que los acuerdos pueden empezar en la pre pubertad, pero esto depende del niño. Hay niños que son mucho más maduros, con mucha más capacidad de diálogo. Obviamente también depende del estilo de las familias, porque hay familias mucho más autoritarias y otras mucho más dialogantes, que son resultado de los estilos de crianza de los padres”, comenta la docente de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico.
Para Verónica Navarrete, el que los padres pongan límites y ejerzan su control parental no tiene nada de malo, sino todo lo contrario. “El control parental da seguridad y te muestra que hay alguien que está preocupado por ti, que le importa lo que te pasa, que te ayuda a moverte en el mundo y te da confianza. Los límites nos muestran hasta dónde; nos ayudan y nos apoyan. En general, los niños que tienen escasos límites son niños que se sienten no queridos, porque cuando tú quieres algo, lo cuidas. Es como una mascotita. Le pones una rejita para que no te escape. Lo mismo pasa con los niños, que necesitan que haya un cuadrante en el que se mueven y que les da seguridad y confianza”, precisa.
Dentro de las mejores herramientas de control parental, la experta menciona el tener una comunicación fluida y constante. “El estar continuamente hablando con tu hijo de todos los temas y no sólo de los que a ti te interesa, como son los del ámbito escolar u otros. Hay que tener un abanico de temas para conversar con tu hijo y que sienta que hay confianza y mucha honestidad, que dé incluso pie a que el padre hable de cuando él era joven, de qué errores cometió, de las cosas que anhelaba, de las mentiras que les dijo a sus papás, etc. Es decir, donde se muestre como un ser humano que también vivió esa etapa y que también se equivocó, pero que estará ahí para contenerlo y responderle sus consultas”, dice la psicóloga.
Para llevarlo a la práctica, de modo que el niño no sienta que es una invitación amenazadora ni tensa, sugiere aprovechar el momento de la cena, aunque cuando hay varios hermanos a veces se pierde la instancia de diálogo porque siempre hay uno que es más introvertido. “Por eso es bueno tener una comunicación uno a uno con los hijos. Si bien las comidas son súper buenas, a nivel familiar es muy importante buscar espacios con cada uno de los miembros de la familia, invitándolos a hacer algo como ir al supermercado y en donde la comunicación no sólo debe estar centrada en el rendimiento o en las metas, sino en los anhelos, en los miedos, en las angustias, etc.”, concluye la coordinadora académica de la Escuela de Psicología de la Universidad del Pacífico, Verónica Navarrete.
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