· Especialista en psicooncología explica la relevancia de un tratamiento integral ante una enfermedad en la que tanto los pacientes como sus familias requieren de comprensión, apoyo y contención para sobrellevar los momentos difíciles.

A pesar de los notorios avances médicos en la detección y tratamiento del cáncer, esta enfermedad sigue asociándose a muerte y sufrimiento. Un reflejo de ello se vislumbra en un estudio realizado el año 2010 por el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile (INE), donde se identifica al cáncer como la segunda causa de muerte más frecuente en el país.

Es por ello que abordar en forma multidisciplinaria y comprensiva la enfermedad del cáncer se ha hecho cada vez más necesario y la evolución desde un enfoque médico hacia un enfoque integral de la enfermedad ha conllevado al surgimiento de nuevas subespecialidades, dentro de las cuales está la Psicooncología.

“A finales del siglo XX y principios del XXI, ante los avances de la medicina y el aumento de expectativas de sobrevida ante el cáncer, se comienza adoptar una visión no sólo enfocada a la curación de la enfermedad, sino también en la consideración de la calidad de vida y bienestar del paciente, conllevando a la incorporación de un equipo multidisciplinar, que pueda abordar el proceso desde una visión integral, abarcando los aspectos biológicos, psicológicos, sociales y espirituales de las personas que enfrentan la enfermedad”, comenta Damián Enríquez, psicólogo de la Universidad del Pacífico y director del Hogar Oncológico de María Ayuda.

“La Psicooncología nos ofrece una mirada multidisciplinar y comprensiva del cáncer, siendo su principal campo de acción el abordaje de aquellos factores psicosociales asociados a la prevención, diagnóstico, tratamiento y evolución de la enfermedad que inciden tanto en los pacientes, familiares, y personal de la salud. Con ello se quiere aportar diferentes estrategias de intervención que tienen como finalidad poder entregar una mejor calidad de vida y un mayor bienestar a las personas que enfrentan la enfermedad oncológica”, agrega el especialista.

El profesional señala que dentro de las funciones que cumple el psico-oncólogo, destacan: la intervención en crisis, apoyando y conteniendo al paciente y su familia frente a los momentos difíciles; la psicoeducación sobre la enfermedad, sus cuidados y tratamientos; la atención psicológica, ya sea por medio de psicoterapia, talleres y consejería, entre otros; el desarrollo de estrategias de autocuidado para el cuidador principal y el equipo de salud; y desarrollo de investigaciones principalmente relacionadas a evaluaciones sobre bienestar y calidad de vida.

El rol del psicólogo

Bajo esta mirada comprensiva de la persona y de la enfermedad, el profesional de la Universidad del Pacífico explica que si bien cada vivencia del cáncer se caracteriza por ser única e íntima, existen algunos elementos compartidos entre pacientes y familiares, como la pérdida de sostén y la vivencia de incertidumbre, la experiencia del duelo, el impacto referido a su intimidad e identidad, y también la falta de sentido.

“El paciente y su familia experimentan muchas preguntas y pocas respuestas al enfrentarse al cáncer. Y en eso debemos ser respetuosos ante esa vivencia. Debemos ser capaces como terapeutas de poder contener y soportar junto al otro, acogiendo en silencio, no imponiendo creencias o juicios propios. Yo lo llamo ser un acompañante en la incertidumbre… El no tener quizás muy claro hacia dónde vamos, pero que estamos juntos en ello, pase lo que pase”, indica director del Hogar Oncológico de María Ayuda.

El campo de intervención del psicooncólogo es bastante más amplio que el abordaje de síntomas. En ese aspecto, la terapia psicológica puede ayudar a disminuir la ansiedad, síntomas depresivos, temores, etc. “Sin embargo, considero que el rol más importante es ser un acompañante de la persona que se enfrenta la enfermedad, es decir, que hay un otro a su lado que lo está acompañando en este difícil camino. Ser un acompañante del doliente, poder soportar junto a él, poder reconocerlo y apreciarlo en su persona, reconocer que tras la enfermedad hay un ser humano que está ahí, donde uno está a disposición de poder acompañar y escuchar a su lado”, precisa Enríquez.

Dentro de este rol, plantea que las principales orientaciones van dirigidas a la psicoeducación acerca de la enfermedad, los cuidados, síntomas asociados, etc. “En ese sentido, se busca acoger la vivencia de la enfermedad, pero también ayudar a ‘normalizar’ ciertas inquietudes o temores, y así también ir desmitificando ciertos aspectos de la enfermedad”, explica.

Por otra parte, el sentimiento de incertidumbre futura y falta de piso que trae la enfermedad genera mucha angustia, por lo que se ayuda a la persona a que pueda centrarse principalmente en el presente. “También se fomenta la importancia de hablar de la enfermedad, tanto con el médico como la familia, para que no se vuelva un tema tabú”, concluye el psicólogo de la Universidad del Pacífico.