Las Fiestas Patrias abrieron las puertas a una entrada triunfal de la Primavera, exquisita estación en la que el encanto de los días soleados y la reaparición de olores y colores más brillantes e intensos se apodera de nosotros. Días que también nos obligan a ciertas cosas muy cotidianas y normales, como andar más livianos de ropa.
Columna de Dra. María Angélica Orjuela
Master en Medicina Estética y Directora de Mediser
Es entonces, cuando un número importante de personas nota que en su anatomía hay cambios. Más aún, importantes cambios.
Es en este punto cuando se comienza, tal vez, a buscar soluciones rápidas y ponemos atención a lo todo lo que puede ayudar a disimular esos kilos que fueron ganados. Entonces aparecen las “tentadoras” recomendaciones, comerciales, publicidad y los datos en lo que se promete –a través de una faja- un cambio radical de la figura en sólo minutos, sin que medie sacrificio.
Es más, en algunos casos la promesa llega al punto que sólo usando una cómoda prenda se puede lograr tal objetivo, la que además puede hasta hacer perder kilos. Y para mejor, la oferta viene con garantía incluida o se devuelve el dinero.
La verdad es que esa historia parece un cuento sacado de la fantasía del más creativo escritor de fábulas; pero lamentablemente es la realidad que día a día invade los medios; y peor aún, por las expectativas generadas, está cautivando más víctimas.
Siempre se debe tener en cuenta que: Las promesas de solución inmediata de este tipo de problema, se convierten en solo el inicio del mismo problema. Ya que al no recibir una oportuna intervención, pueden acarrear irremediables consecuencias.
Vamos al grano. Las fajas descienden del corsé, para cuya fabricación de utilizaba fibra vegetal, huesos y hasta metales. Con esa materia prima se hacía un artilugio que cumpliera con el prototipo estandarizado de belleza, en donde se sacrificaba la funcionalidad, generando severas modificaciones en la estructura osteomuscular, órganos internos, patrones respiratorios y posturales de las mujeres. Y, lo cierto es que aún quedan vicios de esas consecuencias en las fajas.
¿Por qué no usar una faja?
1.- La estructura muscular es una segunda columna, que mantiene la dinámica postural y estabiliza los patrones respiratorios. Es decir, es un punto de sustentación pero dinámico. Con el uso permanente de faja, se pierde el tono y el volumen muscular, debilitando esta columna, dejando permanente flacidez, dolor de espalda, dolor cervical y compromiso en el patrón respiratorio. En tanto, al perder el tono del músculo abdominal, se puede sufrir de trastornos digestivos tipo estreñimiento, pues no se genera el mecanismo de bombeo externo. Asociado a todos estos eventos, pueden aparecer complicaciones de procesos respiratorios, debido a la pérdida del patrón de inspiración normal.
2.- Al comprimir los órganos internos con una faja puede presentarse reflujo, acidez y hasta dolor pélvico crónico, por la posición anómala de los órganos internos, en donde la grasa hace un efecto mecánico de deformidad.
3. Aumenta la flacidez de la piel, la apariencia de celulitis y los depósitos de grasa, considerando que la grasa es un elemento dinámico, con un flujo de agua permanente que va ligado al drenaje linfático. Por lo tanto, si el agua no se mueve, se deposita e inflama las células de grasa que están ubicadas entre la piel y el músculo, lo que genera pequeñas irregularidades; las que si bien tienen el aspecto heterogéneo de la piel, son depósitos de grasa en sitios indeseados, como el pliegue de la axila, en la espalda o en las marcas que deja la faja.
Además, en ese proceso tóxico de no movilizar agua por compresión, tampoco se eliminan desechos del metabolismo, y las células que producen colágeno mueren, con la tan odiada flacidez.
4. El abdomen no solo alberga órganos. También es una bomba que genera presión negativa y trae el agua de las piernas. Si ese proceso no se realiza, las piernas se hinchan, se deforman y –evidentemente- aumenta la celulitis. Además, causa dolor y fatiga, pero con el grave riesgo de generar un trombo. O sea, un coágulo de sangre.
Pero, ¿qué se puede hacer? Para comenzar, tener un criterio claro y conocer la realidad acerca de quien quiera hacer una oferta milagrosa en este aspecto: No existe nada real que pueda hacer reducir una, dos o más tallas de forma mágica. Y menos apretando partes importantes del cuerpo.
El uso regular de fajas o las famosas camisetas reductoras, sólo lograrán aumentar los problemas y acarrear nuevas enfermedades.
Más información: www.mediser.cl