El movimiento antivacunas atenta contra la salud pública

El movimiento antivacunas atenta contra la salud pública

Dra Baeza

La coordinadora del Programa de Salud Pública de la Universidad Central, Dra. Nelly Baeza,  reitera que no existe evidencia científica real sobre la relación entre vacunas y autismo.

Junto con la Campaña Nacional de Vacunación contra la Influenza, esta semana se activó un debate que está presente hace ya años en la opinión pública mundial y chilena: los movimientos o grupos “antivacunas”, que señalan que el mercurio presente a través del timerosal gatillaría daños neurológicos en los niños.

Este verdadero “mito” se remonta a una investigación del año 1998  del británico Wakefield en la revista científica The Lancet, donde se expuso esta relación entre contenido de mercurio de las vacunas y autismo, la misma que años después fue desmentida y eliminada de la biografía médica. A través de diversos estudios, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha concluido que no existe tal evidencia y que no existen razones para modificar las prácticas actuales de vacunación.

A juicio de la Dra. Nelly Baeza, coordinadora del Programa de Salud Pública de la Universidad Central, el movimiento antivacuna atenta contra la salud pública, ya que cada persona forma parte de un ecosistema y sociedad.

“Las personas que no se inmunizan son susceptibles de contraer la enfermedad y mantienen la presencia de ésta en su comunidad. Para la población que no puede inmunizarse debido a que presenta una enfermedad de base o secundaria,  una afección infecciosa puede significarle la muerte; es por ello que cuando nos rehusamos a vacunarnos, no solo decidimos por nosotros”, explica la facultativa.

Los niños y los ancianos tienen un sistema inmune deficitario, por inmadurez o por deterioro por lo que es más frecuente que necesiten hospitalización, fármacos y convalecencia más larga:

Exponerse a contraer la enfermedad y a transferir o contagiar a otros finalmente no hace más encarecer el presupuesto de salud en recursos económicos que podrían usarse en enfermedades crónicas de alta prevalencia en la población, como el cáncer. Vacunarse es seguro, efectivo, así colaboramos con un país sano, solidario y que usa sus recursos de salud para los problemas de salud emergentes de la población debido a nuestro envejecimiento.

No olvidemos que la inmunización ha permitido desterrar la viruela y mantener bajo control la tuberculosis, el sarampión y la rubéola, entre otras enfermedades infectocontagiosas causantes de mortalidad, discapacidad y muertes tempranas, pero que son evitables gracias a las vacunas.

El combate de las enfermedades infectocontagiosas, finalmente, ha permitido, mejorar la calidad de vida de las personas, y en muchos casos en una herramienta para la superación de la pobreza.

Foto vía: www.elnuevodiario.com.ni

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